viernes, 1 de abril de 2011

Cuando Alguien Piensa en tu Lugar


La pasividad, que no tiene nada que ver con el pacifismo, es una actitud totalmente opuesta a lo que Dios requiere para poder obrar en el creyente. Dios desea que nuestras facultades estén bien despiertas y que ejerzamos nuestra libre elección para aprender a cumplir su voluntad, que es que cooperemos con su Espíritu, no que durmamos aguardando que Él lo haga todo o, la inversa, salgamos tan rápido a ayudarle que terminemos por estorbarlo y no permitirle su obra. Demás está decirle que la pasividad, es la condición especial para que los espíritus malignos puedan operar con éxito en un ser humano. Estos espíritus malignos necesitan encontrar una voluntad pasiva para hacerla esclava de su voluntad, mientras que Dios desea un hombre regenerado, inteligente y activo, con una capacidad de elección que haga su voluntad en una libertad de su espíritu, cuerpo y alma.

Los poderes de las tinieblas desean hacer del hombre una máquina, una herramienta, un autómata. Dios, en cambio, no necesita ni demanda de nadie una condición inactiva, ya que su obrar en y a través del hombre, no anula su personalidad, cosa que es opuesta en los demonios que sí necesitan que el hombre se postre en una total pasividad. Dios demanda una acción inteligente, racional, lo dice Romanos 12. Dios requiere, sí, la nulificación de las malas acciones por parte del creyente, tanto porque son pecaminosas como porque estorban su cooperación con el Espíritu Santo.
La pasividad no debe confundirse con la calma, o la quietud, o con el espíritu manso del cual nos hablan las escrituras, y que es de gran estima delante de Dios. La quietud de espíritu, de corazón, mente, voz o expresión, puede coexistir con la más efectiva actividad dentro de la esfera de la voluntad de Dios. Hay quienes usan la palabra “rendirse” pensando que están totalmente rendidos a la voluntad de Dios, pero en realidad sólo lo están en cuanto a sus sentimientos y propósitos, pues andan por medio del razonamiento y del juicio del hombre natural, aunque someten sus planes a Dios, cosa que de por sí no es suficiente. Los que están en realidad “rendidos” se dan a sí mismos implícitamente para obedecer y llevar a cabo a toda costa lo que Dios les revela y no lo que, “según ellos”, es la voluntad de Dios.

Los creyentes que rinden su voluntad, todo lo que tienen y lo que son a Dios, no por eso anulan el uso de su mente regenerada, no están abiertos a la pasividad que da ocasión de actuar a los espíritus malignos, aunque bien pueden darle lugar en otras formas. El origen de la pasividad que da una oportunidad de acción a los espíritus de maldad tiene su comienzo generalmente en una interpretación errónea de las Escrituras o en algunos pensamientos o creencias erradas en cuanto a las cosas divinas. Algunas de estas falsas interpretaciones de las Escrituras son las que hemos visto derruir conceptos básicos. La pasividad mental puede afectar a todo el hombre en espíritu, alma y cuerpo, principalmente cuando la persona permanece en este estado durante mucho tiempo y esta actitud se ha arraigado muy profundamente. Vamos a ver, ahora, los modos de ser vulnerables.

Pasividad de la Voluntad: ¿Qué es la voluntad? Es una actitud que se aloja y nace en el alma humana. El hombre ha sido creado con una voluntad para que esta, sujeta a la guía del Espíritu Santo, lo transforme en más que vencedor. No es culpa de Dios si el hombre, de improviso, resuelve controlar por sí mismo su voluntad sin someterla a nadie más que a sus necesidades, deseos o caprichos. La voluntad es como el timón que gobierna el barco. Quien pueda manejarlo, decidirá el derrotero de la nave. Ahora bien; ¿Y qué es una voluntad pasiva? Fundamentalmente un error en el tipo de “entrega” que hacemos al Señor.

Hay que aclararlo de una vez por todas, aunque haya gente que por algún inexplicable o muy explicable motivo, enseñó otra cosa. Dios nos hizo con voluntad para que la utilicemos con vigor al servicio del reino de Dios. Cuando la rendimos totalmente y nos negamos a usarla suponiendo que Dios lo va a hacer todo por nosotros, es cuando quedamos vulnerables y a disposición de los demonios. Porque al principio, parecerían haber experiencias benditas que glorifican a Dios, pero llega un momento en que el creyente, convencido que Dios está obrando en él, se vuelve incapaz de hacer ninguna elección, ni siquiera en los asuntos más triviales de la vida diaria. Preferirá que sean otros los que elijan, decidan y actúen en su lugar. Fíjese que esto no es la sana dependencia divina, esto es indudablemente una lisa y llana evasión a las responsabilidades elementales. Es entonces cuando los espíritus malignos empiezan a usar a este creyente supuestamente “rendido” y a obrar en torno a él creando maldades y perversidades de varias clases. El problema más grave es que se ha malinterpretado a Filipenses 2:13 cuando dice: Porque Dios es el que en vosotros opera tanto el querer como el hacer por su buena voluntad. Esto ha hecho pensar a muchos que Dios lo hará en lugar de ellos y allí es donde deja de ejercer su talento que queda a disposición del enemigo. Es como caminar sobre una cornisa o coquetear en el filo de una navaja. Tanta sutileza hay en este engaño que a todas luces, es notorio de donde viene...

Pasividad en la Mente: El principio de esta actitud, tanto en el inicio como en su patrón, radica en que hay muchos creyentes que afirman que Dios no necesita usar el cerebro del hombre. Sin embargo, la elección de Pablo por parte de Dios, que antes de su conversión era uno de los intelectuales más brillantes de su época, nos dice claramente que a Dios le agrada y le interesan los hombres y mujeres fundamentalmente inteligentes. Cuanto más brillante sea un cerebro, más podrá ser utilizado por Dios, siempre y cuando se someta a su verdad y a su voluntad. Lo que sucede es que se ha predicado irresponsablemente que el cerebro del hombre y su funcionamiento malo o pecaminoso.

Cuando esta pasividad mental traba el ejercicio normal de la memoria, la persona lo primero que hará es buscar a alguien como “ayuda memoria”, hasta el punto de volverse esclavo de la opinión ajena. Cuando esa pasividad anula la imaginación, allí es cuando los malos espíritus le proyectan lo que se les ocurre y el hombre se lo cree porque lo toma como “visiones sobrenaturales”, en una pasividad mental total, la mente prácticamente no puede ser usada. La persona no puede pensar y se siente como si su mente estuviera ceñida por una banda de hierro o como si tuviera un gran peso o presión sobre su cabeza.

La Pasividad del Juicio o de la Razón: Esto significa que el hombre, en estas condiciones, ha cerrado la mente a todos los argumentos y razonamientos que le ayudan a llegar a ciertas conclusiones. Todo el esfuerzo que se haga para exponerle la verdad, o la luz, es considerado por él como un impedimento o interferencia y la persona que intenta ayudarla es calificada de ignorante o entrometida. Cuando el creyente ha alcanzado este extremo llega a un estado de invasión por os malos espíritus y se siente infalible en los juicios que hace. (O mejor dicho, que los espíritus hacen por medio de él) Muchos de estos creyentes desequilibrados, son los que el mundo suele llamar “fanáticos” o “chiflados”, y podemos afirmar con todo el dolor que eso conlleva, que al ver el estado de programación mental que los malos espíritus han hecho en sus vidas, ellos dan más que sobrados motivos para que se los vea así. Habrá que recordar lo escrito en Santiago 5:19-20: Hermanos, si alguno de entre vosotros se ha extraviado de la verdad y alguien le hace volver sepa que el que haga volver al pecador del error de su camino salvará de muerte un alma y cubrirá una multitud de pecados.

Pasividad de la Conciencia: Cuando el creyente toma ciertas palabras que le han llegado o le han sido presentadas en forma “sobrenatural”, como si fuera la voluntad de Dios, para él dichas palabras se vuelven infalibles y pasan a ser como una especie de ley contra la cual no admite negativas ni objeciones. Hay personas que han debido irse de una congregación por causa de que el líder dijo haber recibido una palabra para ellos y que ellos, por no tener confirmación, ni paz, ni certeza, no quisieron obedecer sin chistar tal cual como se les sugería. Si lo que se recibe es un “mandamiento” sobre algo, no tratará ni siquiera de examinarlo, ni pensar o razonar sobre él. Cuando el creyente se cierra y no está dispuesto a admitir más luz sobre este asunto, ha llegado al estado que llamamos La pasividad de la conciencia.

Porque la conciencia se hace pasiva cuando no se usa; cuando los creyentes creen que están siendo guiados por una luz “más elevada”, o que Dios “les ordena” hacer esto o aquello. Nuevamente en estas ocasiones los espíritus malignos pueden presentarles palabras o textos bíblicos totalmente fuera de sus contextos. ¿O usted que cree, que son mentiras de ancianas locas aquello de que la “virgencita” le habló y le pidió quedarse en ese lugar y que se le construyera un santuario? ¡No! ¡Esa mujer oyó lo que dice que oyó y quizás hasta vio lo que dice que vio! El tema es de donde procede lo que oyó y vio. Cuesta muchísimo alertar sobre estas cosas porque la gente tiene una tendencia natural a ser escéptica y descreída de todas estas cosas, pero cuando llega a “ver algo” que se da cuenta no es natural, sin dudarlo ni un instante se lo adjudica a un milagro de Dios, de vírgenes o se determinados santos, cuando en realidad, y en la mayoría de las ocasiones, provienen de demonios engañadores. Ahora; ¿Quiere saber algo? También los que dicen ser creyentes bíblicos o escriturales suelen caer muy a menudo en esta misma trampa. La gente anhela con tanto fervor ver milagros que están dispuestos a aceptárselos hasta a los demonios. No se tiene en cuenta lo dicho en mateo 24:45-46: ¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente, al cual puso su Señor al frente de su servidumbre para que les de alimento a su tiempo? Dichoso aquel siervo al cual, cuando su Señor venga, lo halle obrando así.

Pasividad del Espíritu: La pasividad del espíritu está íntimamente relacionada con la pasividad de la mente, porque hay una relación muy estrecha entre la mente y el espíritu. Generalmente un pensamiento errado significa un espíritu errado y viceversa. La pasividad de espíritu puede comenzar a partir de estos cuatro pasos: 1) Por la ignorancia hacia las leyes del Espíritu y de cómo mantener la libertad del espíritu. 2) Por conclusiones mentales o pensamientos erróneos. Confusión por ubicar debidamente lo físico, lo mental y lo espiritual, sin saber cuál es cual. Es sumamente frecuente encontrar creyentes que no alcanzan a determinar si lo que están experimentando proviene de sus espíritus, de sus almas o de sus cuerpos. 3) Cuando la mente no es capaz de leer o interpretar el sentido del espíritu así como lo hace con los cinco sentidos que pertenecen al cuerpo. 4) Por un debilitamiento y agotamiento del cuerpo o la mente a causa de una actividad constante o uso excesivo de estos. La mente y el cuerpo deben tener su debido descanso para que el espíritu pueda operar libremente.

(1 Reyes 19:4)= Y él se fue por el desierto un día de camino, y vino y se sentó debajo de un enebro; y deseando morirse, dijo: basta ya, oh Jehová, quítame la vida, pues no soy yo mejor que mis padres (5) y echándose debajo del enebro, se quedó dormido; y he aquí luego un ángel le tocó, y le dijo: levántate y come. (Verso 8)= Se levantó, pues, comió y bebió; y fortalecido con aquella comida caminó cuarenta días y cuarenta noches hasta Horeb, el monte de Dios. (9) Y allí se metió en una cueva, donde pasó la noche. Y vino a él palabra de Jehová, el cual le dijo ¿Qué haces aquí, Elías?

Pasividad del Cuerpo: Cuando tiene lugar la pasividad en el cuerpo, prácticamente se paraliza también la conciencia, pues los sentidos quedan afectados. Suponiendo que una persona tenga buena salud, posee el mismo control sobre todos los sentidos, y estos pasan a ser vías a través de los cuales se recibe información para la mente y el espíritu. Pero cuando algunos o todos estos sentidos están en una condición pasiva la conciencia se adormece o se embota. El creyente está inconsciente con respecto a aquello que debería estar bien despierto y se comporta de una manera casi automática. Se ponen de manifiesto ciertos hábitos “inconscientes”, muchas veces malos e inconvenientes.

Para las personas que se encuentran en estas condiciones es más fácil ver estas cosas en os demás que notarlas en ellos mismos, mientras que por otra parte pueden tener una conciencia súper desarrollada hacia las cosas externas que se relacionan con su propia personalidad. Cuando el estado de pasividad al que le han sometido los espíritus malignos alcanza este clímax, pueden resultar afectadas otras partes del cuerpo, como por ejemplo: rigidez en los miembros, letargo, pesadez, dolor de espalda o de cabeza, mareos, etc. Los ojos han perdido brillo y expresión y la mirada está perdida. Todo esto ha empezado con la pasividad de la mente a la voluntad durante la cual el creyente entregó a los espíritus mentirosos: su control o dominio propio y el uso de su voluntad.

Hay dos teorías perfectamente delineadas, aunque sólo una de ellas es masiva y mayoritariamente aceptada. Cuando una persona, por ejemplo, de carácter tranquilo, de improviso y sin que medie ningún hecho determinado o específico, tiene una reacción total y absolutamente inesperada e impensada en ella, normalmente se dice que tiene que haber actuado así a través o a partir de un condicionante. Esto, que es lo que generalmente esgrime la psicología, significa que en algún momento de su existencia esa persona sufrió un shock por un determinado suceso, no tuvo en ese momento ninguna reacción, aparentemente no le ocurrió nada, pero muchos años después, al reiterarse aquel suceso fundamental, se produce la reacción automática e inconsciente y nadie puede explicarse el por qué a menos que se lo estudie profesionalmente. La otra teoría es mucho más simple y, quizás por ese motivo, no cuenta con la adhesión de todo los sectores intelectuales que conforman la sociedad y, naturalmente, también la iglesia: un espíritu maligno ha producido la reacción y es por ese motivo que nadie lo puede entender. Los demonios, naturalmente, no sólo no gozan de popularidad sino tampoco tienen nivel como para que se los presente en sociedad.

Pasividad de todo el Hombre: Cuando se llega a este estado, cada parte del ser se ve afectado. El hombre actúa sin usar (O usando sólo parcialmente), su mente, su voluntad, imaginación y razonamiento. A veces la persona no puede dormir y anda tan desanimada que ni siquiera tiene deseos de comer. Cuando el creyente es engañado por los malos espíritus es posible que también sea dominado por lo físico y se lance al mundo de lo sensual. Esto puede suceder como consecuencia de experiencias “espirituales” que se sienten en el plano físico, pero que en realidad no tienen nada de espiritual, porque no provienen del espíritu.

A veces se sienten sensaciones de “fuego”, de “elevación espiritual”, o “temblores”, o “estremecimientos”, y toda clase de sensaciones corporales agradables, en apariencia espirituales, que alimentan a los sentidos de estos creyentes que se sienten como andando más allá del cuerpo y llamándose a sí mismos, espirituales. Incluso existen congregaciones de cierto prestigio que tienen, como común denominador y como especie de catalizador de experiencias espirituales, a todos estos elementos. O sea que: si usted va a una de estas iglesias y jamás se le ha visto reírse a carcajadas, temblar, sacudirse o cosas por el estilo, se le respetará y se le apreciará como hermano, pero su nivel espiritual será considerado decididamente bajo. Pablo en 1 Corintios 9:27, expresa: sino que trato severamente a mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre.

Pasividad de erróneas interpretaciones: Esta condición de pasividad puede venir como consecuencia de interpretaciones erróneas de la verdad en cuanto a “la muerte con Cristo”, como se presenta en Romanos 6 y Gálatas 2:20. En estos casos dichos pasajes se interpretan de manera literal y desequilibrada, sin tener en cuenta el sentido general de pensamiento de Dios sobre el tema. Dios hace un llamado a los verdaderos creyentes para que se reconozcan muertos al pecado y a la vida del antiguo YO, o sea, la vida pecaminosa heredada del primer Adán. Ahora bien, esto no quiere decir que la personalidad humana deba morir, puesto que el mismo Pablo, en Gálatas 2:20, dice: Y lo que ahora vivo en la carne... o sea, que aun después de convertido hay una retención del yo personal, del ser, de la voluntad y la personalidad, los cuales han de estar bajo el dominio del Espíritu de Dios y el control del “dominio propio”, que es a su vez, uno de los frutos del Espíritu.

No hay caso; el hombre sigue pretendiendo interpretar la Biblia conforme a lo que encaja con su sentido de la lógica. Es más; es frecuente oír que las denominaciones son divididas por “las distintas interpretaciones bíblicas”, y se lo dice como entendiendo que es normal que eso suceda y que la consecuencia sea la observada. La Biblia, mi hermano, no necesita que usted y yo la interpretemos; ella se interpreta a sí misma y, si usted se entera de algo al respecto, es porque el Espíritu Santo tiene la bondad y la gentileza de revelárselo.

Pasividad causada por Aceptación del Sufrimiento: En este caso el creyente consiente en aceptar “Sufrir con Cristo”, siguiendo lo que llama “La senda de la cruz” y, para lograrlo, se entrega en forma pasiva a cualquier forma de sufrimiento que le presenten los espíritus malignos creyendo que ese sufrimiento viene de Dios (¡Tremendo!) y que terminará por producirle una recompensa y fruto espiritual. Lo que él no sabe es que los malos espíritus pueden dar un “sufrimiento falso” y que, al aceptarlo de parte de ellos creyendo que viene de la mano de Dios, les abre las puertas para seguir actuando.

El engaño experimentado en estos casos es la explicación de ciertos pecados que algunos creyentes no logran “sacarse de encima”, así como ciertas clases de sufrimiento que no pueden explicarse, entendiendo lo que significa la trama del engaño diabólico se puede obtener una explicación lógica de estas turbaciones que tanto acosan al creyente. El sufrimiento es una gran arma para que los demonios controlen y obliguen a una persona a encausarse en cierta dirección, pues por medio de él pueden llevar al hombre a hacer lo que en otras condiciones, no haría. (Job 2: 7)= Entonces salió Satanás de la presencia de Jehová, e hirió a Job con una sarna maligna desde la planta del pie hasta la coronilla de la cabeza. (8) Y tomaba Job un tiesto para rascarse con él, y estaba sentado en medio de ceniza. (9) Entonces le dijo su mujer: ¿Aún retienes tu integridad? Maldice a Dios, y muérete.

Pasividad por Falsos Conceptos de Humildad: Cuando un creyente consiente en aceptar la muerte en una actitud de desprecio hacia sí mismo, está siendo víctima de sugerencias “íntimas” por parte de malos espíritus. Este ardid satánico crea un ambiente de desazón y debilidad en derredor del creyente. Su espíritu se ofende y se deprime con mucha facilidad. Puede atribuir la causa de lo que ocurre al “pecado propio” o ajeno sin estar, sin embargo, consciente de ningún pecado específico en su vida o, como dijimos anteriormente, puede atribuir su sufrimiento a la acción divina. Se produce así una falsa humildad que es orgullo, un retraimiento de la obra y del servicio al Señor; un esfuerzo antinatural por eliminar al YO de las conversaciones y de las acciones, lo cual lo hace aún más notorio; en una manera exagerada y deprecatoria de autodepreciación y en la creación de una atmósfera de tristeza, oscuridad, debilidad, extrema sensibilidad y falta de esperanza.

El creyente aceptando las mentiras de los espíritus malignos ha pasado a proceder a la supresión o anulación de su personalidad, lo cual no se asemeja en nada a la muerte con o para Cristo, que las Escrituras no describen. Por esta pasividad de su personalidad el creyente engañado se ha “entregado” aun sin quererlo en manos de los espíritus de maldad. A esto, ya por falta de espacio, no podemos desarrollarlo más, le deberíamos agregar La Pasividad por errores de Entendimiento, que es cuando el creyente consiente en permanecer en una condición crónica de debilidad, entendiendo a su manera que esta es necesaria para que el poder de Dios sea manifestado en su vida. Un ejemplo es aquellos hermanos que, considerando que Dios ve con agrado sus tremendos esfuerzos por ser de utilidad, se pasan horas, días, semanas, meses dentro de los templos haciendo cosas para las cuales no fueron levantados sin recibir otra recompensa que un cansancio que en casos los ha llevado hasta la enfermedad, por suponer que será por ese esfuerzo personal en el cual podrán acercarse a Dios por sus medios. A eso, hay que agregarle La Pasividad con Actividad Satánica, que es el estado donde el creyente parece pasivo y en paz, siendo que en su interior se produce una tremenda actividad demoníaca.

Liberación de la Pasividad: El creyente que necesita liberarse de su condición pasiva debe tratar primeramente de entender cuál es su condición en los tiempos normales y entonces examinarse a sí mismo a la luz de ella para ver si los malos espíritus le han estado interfiriendo. Para hacer esto debe recordar una etapa de su vida que haya sido buena y fructífera y compararla con esta condición anormal que está atravesando ahora.

Así como la pasividad ha avanzado paso a paso, la liberación de la misma ha de ser hecha en forma lenta y paulatina. Para la completa liberación es necesario que el creyente quiera cooperar y a la vez tenga el deseo de liberarse. El engaño y la pasividad sólo pueden ser quitados de en medio cuando la persona comienza a entender su condición y la obra de los malos espíritus y mediante el uso de su voluntad rehusa a los espíritus malignos el terreno que alguna vez les cedió.

Un punto importante en la liberación de la pasividad es mantener en la mente de forma continua el pensamiento de cuál era su condición normal antes de caer víctima de dicho engaño, y cada vez que se baja de ese nivel investigar la causa y tratar de quitarla de en medio. Cualquier facultad o parte del ser que se haya rendido a la pasividad y que por lo tanto esté fuera de uso debe ser recuperada para un ejercicio activo de la voluntad y traída bajo su control. El terreno cedido anteriormente a los malos espíritus debe ser recuperado y ha de resistirse en forma persistente al diablo y sus huestes, recordando que ellos lucharán por volver a recobrar lo perdido. Recuerda las palabras de Juan 4:4 : Porque mayor es el que está en vosotros que el que está en el mundo.



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