viernes, 29 de abril de 2011

Amonestación Para Ministros

Tremendo estudio, simplemente es una realidad, por eso lo posteo. Enjoy!!!

El presente trabajo vio la luz en el siglo XVII. El autor había sido comisionado para presentar los estudios en un retiro pastoral en Inglaterra. El propósito de dicho retiro fue ayunar, juntos pedir perdón a Dios por los pecados pastorales, y decidirse a pastorear con excelencia las congregaciones que se les habían confiado. Por razones de salud, Baxter no pudo asistir a dicho encuentro, pero sus estudios fueron usados para publicar un libro pastoral (The Reformed Pastor). Esta es una síntesis de la primera parte, donde la apelación apunta al pastor mismo.

"Por tanto, mirad por vosotros, y por todo el rebaño en que el Espíritu Santo os ha puesto por obispos, para apacentar la iglesia del Señor, la cual él ganó por su propia sangre" (Hch. 20.28).

Miren que la obra de la gracia salvadora haya sido profundamente realizada en sus propias almas. Miren por ustedes, no sea que estén vacíos y desprovistos de esa gracia de Dios que están ofreciendo a otros y sean como extraños al poder del evangelio que predican a los demás. Muchos han advertido a otros para que no vayan al lugar de tormento eterno, mientras que ellos mismos se apresuraban cada día en el camino hacia ese lugar.
Apartaos de mí, no os conozco

Miren, por lo tanto, para que ustedes sean lo mismo que persuaden a sus oyentes a ser, y crean en lo que les persuaden a ellos a creer, y reciban de corazón al Salvador que ruega a ellos que reciban.

Se puede estar familiarizado con la Biblia, y sin embargo, mientras se sostiene el espejo de la verdad del evangelio para que otros miren la pobreza de sus propias almas, estar mirando uno mismo la cara de atrás del espejo, donde no se puede ver nada que nos muestre nuestro propio estado delante de Dios.

¿Qué esperanza tiene el que invoca el nombre de Dios pero no se aparta del pecado?, el que dice "en tu nombre profeticé y eché fuera demonios" si el Señor debe decirle: "Apartaos de mí, no os conozco"? ¿Qué satisfacción tuvo Judas cuando "fue a su lugar" al recordar que había predicado con los apóstoles y que Jesús le había llamado "amigo"? Cuando estos pensamientos hayan penetrado el corazón y afectado las conciencias de los que están en esa situación, les pediría que vuelvan a sus congregaciones y prediquen sobre el Salmo 50.16-17. "Pero al malo dijo Dios: ¿Qué tienes tú que hablar de mis leyes, y que tomar mi pacto en tu boca? Pues tú aborreces la corrección, y echas a tu espalda mis palabras".

Y cuando hayan leído estas palabras, se sienten y las expongan y apliquen por medio de sus lágrimas, y luego hagan una espontánea confesión de sus pecados y lamenten su caso delante de toda la congregación, y levanten sus sentidas oraciones a Dios para que les perdone y les renueve con su gracia, a fin de que en adelante puedan predicar a un Salvador al cual conozcan, sientan lo que prediquen, y recomienden las riquezas del evangelio desde su propia experiencia.

Es un peligro muy común, y una desgracia para muchas iglesias, el que haya pastores no regenerados ni experimentados, y que muchos lleguen a ser predicadores antes de ser verdaderos cristianos. Son consagrados al ministerio como ministros de Dios antes de ser consagrados como discípulos de Cristo por una decisión de su corazón. Es por ello que los tales adoran al "Dios no conocido" y predican un Cristo que ellos mismos no conocen. Oran a través de un Espíritu que no conocen y recomiendan una vida de santidad y comunión con Dios y una gloria y felicidad que les son totalmente desconocidas. Todas las criaturas como tales son sílabas aisladas: no significan nada.

"Prosigo a la meta"

No se conformen a sí mismos con estar en un estado de gracia, pero tengan cuidado de que sus gracias sean mantenidas en vigoroso y vivo ejercicio, y que se prediquen a sí mismos los mensajes que les predican a otros.

Los pensamientos que estén más profundamente en su corazón lo estarán también en los oídos de sus oyentes. Un corazón frío dará como resultado una predicación fría. Si no nos alimentamos nosotros mismos, haremos pasar hambre a nuestra congregación. Si nuestro amor declina, no podremos contribuir a levantar el amor de los oyentes. Si abundamos en fe, en amor y en fervor, ¡cómo fluirán refrescando a nuestras congregaciones y cómo se reflejarán en el aumento de esas mismas bendiciones en ellos!>...

Ten cuidado de tu vida

Tengan cuidado de ustedes mismos, para que su ejemplo no contradiga su doctrina, para que no contradigan con su vida lo que dicen con sus palabras.

Cuando alguien contradice en privado lo que hemos enseñado a la congregación en público se perjudica mucho nuestro trabajo. Pero el mal es mucho mayor cuando esa tarea destructiva la hacemos nosotros mismos por contradecir con nuestra vida privada lo que hemos predicado en público.

Dígame, hermano, ¿se preocupa usted por el resultado de su trabajo o no? Si no se preocupa, ¿para qué predica entonces? ¿Para qué estudia? ¿Para qué dice ser un ministro de Dios?

Es un error evidente en muchos pastores la gran desproporción que existe entre su predicación y su vida. Estudian mucho para predicar con exactitud, pero muy poco o nada para vivir con exactitud.

Toda la semana parece muy poco tiempo para predicar dos horas; pero una hora parece demasiado para estudiar cómo vivir toda la semana.

Ciertamente, hermanos, tenemos un gran motivo para cuidar de lo que hacemos tanto como de lo que decimos. Si queremos ser verdaderos siervos de Cristo, no podemos serlo solamente por la lengua, sino también por nuestros hechos y ser hacedores de la obra, para que seamos bendecidos en nuestros hechos.

Hermanos, si el fin que persiguen con la predicación es la salvación de las almas, tendrán que procurarlo tanto cuando están en el púlpito como también cuando están fuera de él. Si es su propósito, ustedes vivirán para eso. Procurarán alcanzarlo con el dinero del bolsillo al igual que con las palabras de la boca.

No ahorre ningún costo, si es que puede promover la obra de su Maestro. Mantenga su inocencia y camine sin ofensa. Si usted quiere que su gente redima el tiempo, usted no debe malgastar el suyo. Si usted quiere que ellos no hablen de cosas vanas, usted tiene que hablarles de cosas que edifiquen y que "den gracia a los oyentes". Tenga una familia ejemplar si quiere que la de ellos también lo sea. No sea orgulloso y mandón si quiere que ellos sean humildes. Perdone las ofensas y "no sea vencido de lo malo, sino venza con el bien el mal".

Si usted cree que es mejor ser como Cristo que como César o Alejandro, y que es más glorioso ser cristiano que un conquistador del mundo, disienta con amor y no con violencia; enfrente la fuerza con amor y humildad y recuerde que está obligado a ser el siervo de todos. Asóciese con los humildes. No sea un extraño para los pobres de su rebaño.

Permítame que le inste a abundar en obras de caridad. Vaya a los pobres y vea qué necesidades tienen. Muestre su compasión tanto para con sus almas como sus cuerpos. Obséquieles pequeños libros que les puedan hacer bien y hágales prometer que los leerán con cuidado y atención. Haga todo el bien que pueda. No piense en ser rico; no busque grandes cosas para usted o su posteridad. El hombre que tiene posesiones en este mundo que le son tan queridas que no se las puede dar a Cristo si se las pide, no es un verdadero cristiano. "Para andar por el camino, cuanto más liviano se viaja, tanto mejor".

¡Qué bien tremendo harían los pastores si gastaran todo lo que tienen para tener con qué hacer bien en el servicio del Maestro! Esto abriría muchos más corazones para recibir su doctrina que toda su oratoria. No deberíamos tener nada que no sea para el Señor.

Tenga cuidado usted mismo para no vivir en los mismos pecados contra los cuales predica, cayendo en la culpa de lo que usted mismo condena.

¿Hará usted su trabajo para magnificar a Dios y luego que lo ha hecho lo deshonrará tanto como los demás? ¿Proclamará el poderoso Reino de Jesucristo y sin embargo lo despreciará y será un rebelde usted mismo? ¿Predicará usted sus leyes y después las quebrantará voluntariamente? Si el pecado es malo, ¿por qué vivirá usted en él? Y si no lo es, ¿por qué trata de disuadir a los hombres de que vivan en él? "Tú, pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo?" "Tú que te jactas de la ley, ¿con infracción de la ley deshonras a Dios? Finalmente, mire por usted mismo, que no le falten las calificaciones necesarias para su trabajo. No debe ser un principiante en el conocimiento el que debe enseñar las profundas verdades relacionadas con la salvación.
Ser calificado

¡Cuántas dificultades deben resolverse en los temas de la fe! ¡Cuántas tareas para ser cumplidas! ¡Cuántos pecados evitados! ¡Qué cantidad de tentaciones sutiles debemos poner a consideración de nuestros oyentes para que las eviten! ¡Cuántos problemas de conciencia tenemos casi diariamente que resolver! ¿Podrá una tarea semejante ser hecha por hombres que no tengan las calificaciones adecuadas? ¡Cuánta resistencia en los corazones! ¡Cuánto prejuicio que bloquea nuestro avance! Tratamos con niños que no nos pueden entender, gente espiritualmente perturbada con la cual debemos argumentar. Tenemos que vérnoslas con personas que cuando guardan silencio no lo hacen por estar convencidas, y que cuando no nos pueden contestar con un argumento lo hacen con sus resoluciones. Discutimos el caso contra las voluntades y las pasiones, tanto como contra sus razonamientos. Y están los que no tienen ni razones para dar ni oídos para escuchar, y sus mejores argumentos son: "En estos asuntos, no le voy a creer ni a usted ni a todos los predicadores del mundo. No cambiaré mi manera de pensar ni mi vida; no dejaré mis pecados".

Cuando buscamos la conversión de un pecador tenemos que lidiar con, no una, sino multitudes de pasiones y de enemigos que nos contradicen. Tal es nuestro trabajo; y este trabajo debe ser hecho.

Oh, hermanos, ¡qué hombres deberíamos ser en habilidad, resolución, diligencia, para poder hacer tantas cosas! ¿Acaso no clamó Pablo: "Para estas cosas, ¿quién es suficiente?" ¿Podremos nosotros ser orgullosos, despreocupados o haraganes como si fuéramos suficientes? Esta no es una carga para las espaldas de un niño. ¡Cuánta habilidad requiere cada parte de nuestra tarea! Pienso que predicar un sermón no es la parte más difícil. Y sin embargo, ¡qué capacidad se necesita para hacer que la verdad resulte sencilla! Convencer a los oyentes, dejar penetrar la luz irresistible en sus conciencias, mantenerla allí para que sea llevada a sus hogares; dejar la verdad clavada en sus mentes y trabajar para que Cristo sea formado en ellos. Responder a cada objeción. Llevar a los oyentes al punto de reconocer que están convertidos o condenados. Y hacer todo esto con el lenguaje adecuado, en la forma adecuada a las demandas de nuestra tarea y a las capacidades de nuestros oyentes.

En cambio, cuántas veces nuestros oyentes duermen o se distraen porque nuestros corazones y lenguas están adormecidos y no tenemos suficiente habilidad y celo para despertarlos.

Más aún, qué habilidad se necesita para defender la verdad contra los que se oponen y tratar con sus diferentes formas de hacerlo. Oh, hermano, ¿no se estremece y tiembla usted bajo el peso de todo este trabajo? Yo sé que la iglesia debe tolerar a los que son débiles, pero, ¡ay de nosotros si es que toleramos nuestra propia debilidad!

Dios nos ha mandado que no seamos perezosos en lo que requiere diligencia, sino que seamos "fervientes en espíritu, sirviendo al Señor".

Hermano, no pierda el tiempo. Estudie, ore, consulte y practique, porque en estas cuatro formas sus capacidades se incrementarán.

Tengan cuidado de ustedes mismos, para que no sean débiles por su propia negligencia y para que no estorben la obra de Dios por causa de su debilidad.



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