martes, 22 de marzo de 2011

Rompiendo estructuras religiosas

Cada vez que Dios ha enviado un avivamiento sobre su pueblo, inmediatamente, cada denominación, ha institucionalizado ese avivamiento. Le ha colocado su sello particular, personal, grupal, corporativo. Le ha añadido una especie de “marca en el orillo” que lo ha llevado inexorablemente a convertirlo en una serie de nuevas disposiciones, nuevas reglas a cumplimentar para considerarse “avivado”.

Esto casi siempre ha determinado que, mucha gente disconforme con esos manejos internos de su denominación, haya resuelto apartarse y encarar algo nuevo. Ese algo nuevo ha traído como resultado, en muchos casos, la apertura de nuevas iglesias. Iglesias mucho mejor encaradas, claro está; Mucho más liberadas de aquellas estructuras castrantes que se enseñoreaban en las otras, también es muy cierto, y sumamente respetuosas de la transparencia de la Palabra pero, en el fondo, se haya deseado o no, una nueva denominación que habrá de sumarse, obviamente, a las ya existentes. Lo que dicho de un modo más concreto: más de lo mismo. Porque en lugar de rehacer o reformar, se ha colocado un parche a lo anterior. La durabilidad de ese parche, es una incógnita que hoy comienza a develarse: no ha funcionado como se esperaba.

He escuchado en un momento muy singular de mi vida, a un enorme predicador, un tremendo siervo de Dios, abrirnos los ojos con respecto a esto, enseñándonos que era lo último que debíamos hacer. Tomé esa palabra, la acepté, la creí, la encarné y la puse por obra y aquí estoy, firme en esa brecha abierta. Sin embargo y como para que aprendamos de una vez por todas que la sutileza del enemigo no respeta prestigios, ni títulos ni famas, en estos días ese predicador se encuentra abocado a la tarea de abrir iglesias para lo que, señala, es una nueva forma de cultivar el evangelio real, pero, en el fondo, nada más que una nueva denominación que se suma a las ya existentes. Incomprensible desde el punto de vista de la lógica humana. Entendible cuando se trata de lo que en definitiva es, una faceta más de una guerra espiritual real y concreta.

Hay un texto que es básico, elemental para la vida de fe, pero que a pesar de haber sido leído y compartido en cientos de enseñanzas y mensajes, muchas veces, quizás no hemos podido entender en la dimensión en que podemos verlo hoy a la luz de otra revelación. Sucede muy a menudo esto con las Escrituras. Uno de nuestros más frecuentes errores ha sido, y sigue siendo, cristalizarlas a la luz de lo revelado años atrás. Si en un Seminario un profesor enseña la interpretación de una parábola, por ejemplo, sus alumnos quedarán convencidos de que esa interpretación es la que corresponde, que es inamovible e inmutable, y habrán de enseñarla de ese mismo modo aprendido mientras dure su ministerio en las iglesias. Se olvidan un detalle: Dios está hablando hoy, y lo que está diciendo, que no se contradice con lo que ya dijo, tiene características bien diferentes. ¿Sabe por qué? Porque el nuestro es un Dios vivo, y todo lo que está vivo, se mueve y todo lo que se mueve, cambia.

(Juan 14: 6)= Jesús le dijo: Yo Soy el Camino, y la Verdad, y la Vida; nadie viene al Padre, sino por mí.

La vida eterna, mi querido amigo, no consiste solamente en creer y aceptar que Cristo es el Camino, la Verdad y la Vida. Usted puede pasarse toda su vida repitiendo a quien quiera oírle: Yo creo que Cristo es el Camino, la Verdad y la Vida; Yo creo que Cristo es el Camino, la Verdad y la Vida, que no por eso tendrá asegurada la vida eterna, porque el principio de la Vida Eterna da acceso cuando, además de creer y declarar que Cristo es el Camino, decidimos genuinamente transitar por ese Camino. Es decir: caminarlo con todas sus alternativas. De las que nos parecen buenas y de las que no nos parecen tan buenas. Es el modo en que llegaremos a conocer la Verdad y, al tiempo que esa Verdad nos hace libres, comenzamos a ingresar en lo que él llama Vida, que no es respirar tantas veces por minuto, sino vivir una vida que verdaderamente merezca ser vivida.

Muchos piensan que aceptando la fórmula y creyendo en ese principio, todo está arreglado. Pero no funciona así, porque ese es solamente el anuncio, el letrero que le dice a usted adónde está el camino. Lo que sí va a funcionar es el caminar por donde el letrero le dice que debe caminar. Entienda: no es suficiente que usted sepa que una determinada autopista o autovía, tiene como destino un determinado lugar. Para llegar a ese lugar, usted indefectiblemente deberá decidirse a transitar, a caminar por esa autopista. Si se hubiera obedecido al mandato de escudriñar atentamente las Escrituras, nos hubiéramos ahorrado muchas polémicas, muchos debates y muchas santas discusiones. Y también nos hubiéramos evitado dividirnos en más de una denominación. Porque el eje de la cuestión no estuvo, está ni estará en si la salvación se puede perder o no se puede perder; la cuestión de fondo está en qué es lo que realmente entendemos por salvación.

En muchos, pero muchísimos lugares, la idea de una salvación segura, está afirmada esencialmente, en la convicción de estar caminando en la doctrina real y verdadera. Pero lo cierto es que, cuando una persona acepta los conceptos y las doctrinas correctas que presenta la Biblia, lo único que tiene por el momento, es una religión cristiana, porque no necesariamente tiene a Cristo. De eso, quiero suponer que hemos visto usted y yo demasiado como para no creer que es así. No puede causarle asombro. Dentro de las sutilezas con las cuales se maneja y se mueve el enemigo, la de introducirlo a usted en una tremenda confusión, es una de sus preferidas. Y no la tiene como preferida porque se le antoje, la tiene porque, a la vista de los sucesos ocurridos dentro de la iglesia, vaya si le ha dado buenos resultados hasta el momento. Ahora bien: ¿Cómo se puede hacer para saber y estar seguros si es que no estamos en una religión más y sí, por el contrario, estamos verdaderamente EN Cristo Jesús? Es bastante simple, pero merece una explicación.

Comencemos por preguntarnos qué es una religión. Normalmente, una religión tiene tres bases inalterables cualquiera que sea: tiene un fundador, tiene asimismo un libro que, naturalmente tiene que ver con ese fundador, y tiene, finalmente, una doctrina, obviamente extraída de ese libro. Ejemplo: Mahoma fue el fundador del Islam; el libro que lo recuerda y que contiene los principios musulmanes, es El Corán. Otro ejemplo: José Smith fue el fundador de la “Iglesia de Jesucristo de los Santos de los últimos días”, más conocidos por todos como “Mormones”. Tienen un libro, precisamente llamado “El Libro de Mormón” y una serie de reglas y principios que ellos respetan y obedecen, al igual que los musulmanes, en honra al fundador ya desaparecido. Ahora bien: el cristianismo, también tiene un fundador: Jesucristo, y también tiene un libro: La Biblia. Si hacemos como ellos, siguiendo las reglas y principios y preceptos que allí están escritos, seremos una religión más: la Religión Cristiana. Pero resulta que hay una enorme diferencia que no siempre es vista ni predicada y que, cuando sí lo es, no siempre es creída: El fundador del cristianismo, está vivo. No va a contradecir su palabra escrita, pero puede hacer algo nuevo HOY MISMO, como lo haría cualquier persona que vive. ¿Usted cree esto? ¿De verdad que lo cree? Mire que en creerlo o no, hay mucho en juego, eh? Porque el limitarnos a aceptar que Cristo es el fundador, aceptar que La Biblia es el libro y que todo lo que allí está escrito se debe creer y obedecer, no nos hace cristianos. En todo caso, nos hace miembros de la religión cristiana. Lo que sí nos hace cristianos, es tener genuinamente a Cristo en nuestros corazones. A eso se lo deben haber dicho por lo menos UNA vez, verdad? Mientras y por si aun le quedara alguna duda, lea:

(Mateo 28: 20)= Enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado, y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo...

Puede resultar curioso, pero ni este ni cualquiera de los otros textos de este tenor que se encuentran en la Biblia, dicen, por ejemplo: “Mi doctrina estará con ustedes todos los días”. Tampoco dicen: “Los conceptos sobre mi persona los acompañarán todos los días”. Dice, lineal y textualmente: “YO ESTOY con ustedes todos los días” ¡¡Está vivo!! Pero y entonces... ¿Ese hombrecillo crucificado? Ese es Cristo tal cual como a los demonios les encanta que lo veamos. ¿Y ese pobre hombre sufriente, con sangre en el rostro por su corona de espinas y un pecho abierto donde se ve un corazón sanguinolento? Ese es un cuadro de Jesús de Nazaret pintado por Pepe Satanusky. ¿Y usted se lo creyó? ¿De verdad se creyó la mentira de que Él es así? ¡Pero hermano! ¡Es que Él murió así! Sí, es cierto, Jesús el hombre. Efectivamente murió así, pero ¡Resucitó al tercer día! ¿Por qué tendríamos que tomar a la cruz como muerte si en realidad fue victoria sobre la muerte? ¿O no fue victoria?

Ya le dije antes que todo lo que está vivo se mueve, no es así? Bueno: el problema más grave de la iglesia comienza, precisamente, cuando Cristo se mueve. ¿No lo cree? ¿Cuántas veces escuchó algo así como: ¡No hermanos! ¡Esto no se hizo nunca! ¿Será de Dios? No lo sé, pero; ¿Qué dice la Palabra? Dice, por ejemplo, que Jesús resucitó a Lázaro. ¿Y entonces por qué asustarse si en el velatorio del hermanito Fulano, pobrecillo, por ahí por la madrugada, cuando todo el mundo anda medio adormilado, el muerto empieza a moverse y de pronto se sienta en el ataúd? ¿Sería bíblico o no sería bíblico si se trata de un creyente? Sí, pero... ¡Es que nunca pasó! No está dentro de la costumbre ni la tradición de nuestra iglesia, jamás ha ocurrido antes. Tendré que decirle que esas son reglas, normas. Ahora; si decidimos vivir sobre la base de reglas, estatutos, tradiciones, costumbres y normas, ¿Para qué hubiéramos necesitado que Cristo resucitara? No tenga ninguna duda mi amigo: cuando Cristo se mueve, en el primer lugar en donde se arma un lío bárbaro es en la propia iglesia.

Después tenemos el Pentecostés. Vamos a ver. Una religión que vive por la interpretación de un libro transformado en doctrina. ¿Necesitaría un Pentecostés? Sería incomprensible, verdad? Sin embargo, y en aras de una interpretación doctrinal que no se discute, pero que no se sabe muy bien de qué parte de la Biblia ha sido extraída, hay mucha iglesia denominada “cristiana” por allí, que también vive sin un Pentecostés. Esto, aunque parezca insólito, la convierte en una iglesia cristiana que vive sin Cristo. Que conoce, es verdad, y difunde profusamente su historia, sus palabras, sus enseñanzas y sus dogmas, que incluso hasta puede presumir de ser la que más y mejor conoce todos los aspectos de su vida, pero que no evidencia ni manifiesta su presencia actual. Porque no se si recuerda que le dije que Él está vivo, HOY.

Hay algo que, como cristiano, usted tiene que tener muy en claro: Cristo no vino a la tierra a fundar una religión. Cristo vino a la tierra a vivir una vida. Su máxima enseñanza, partiendo desde la base del evangelio que Él predicaba, era que los demás vieran cómo vivía Él y que pudieran seguir sus pasos y vivir igual. ¿Qué predicaba Cristo? ¿Las cuatro verdades? ¿El evangelismo explosivo? Él, que yo haya tomado nota, simplemente decía: “El reino de los cielos se ha acercado”. ¡Pero es que todo es cuestión de cómo se lo interprete, hermano! ¿Ah, sí? La Biblia nunca dijo que el que tiene la mejor doctrina, tiene la vida. La Biblia dijo que el que tiene al Hijo, tiene la Vida. Y lo remarco y lo enfatizo porque esa es la clave, esa es la irrenunciable e inocultable verdad. Y la Verdad, se lo debo recordar una vez más, es inconfundible, porque es una persona: Cristo, no una suma de dogmas. ¿O no es cierto que Él mismo dijo YO SOY la Verdad, el Camino y la Vida?

Cuando hablamos de interpretaciones bíblicas, hay mucha gente que escucha, que entiende, que porque no es mal intencionada no dice nada, pero que no coincide en absoluto. Eso sucede porque es gente que está convencida, (Y quizás tiene mucha razón en estarlo) de que de las diferentes interpretaciones bíblicas, depende la conformación de todas las denominaciones con que se divide la iglesia de Jesucristo en estos tiempos. Sin embargo, hay algo más para decir al respecto. En los primeros tiempos, mi amigo, no existía la imprenta. Por lo tanto, el Antiguo Testamento, se reducía a rollos que se guardaban, se atesoraban de manera casi sagrada en las sinagogas. Más adelante, ya en el Nuevo Testamento, que es la época que Cristo vivió, nadie predicaba con ninguna escritura en la mano. El primario mensaje cristiano era, a todas luces, total y absolutamente espontáneo, improvisado conforme a lo que el Santo Espíritu iba dictando. Así que sería casi r9idículo suponer que la palabra emana de una interpretación bíblica. En realidad, la Palabra emana de la presencia viva de Cristo, del Espíritu Santo en acción.

El cristianismo, y quiero que entienda muy bien lo que voy a decirle, cuando se reduce o se limita a una religión, es lo más parecido a un velatorio. ¿Nunca ha ido a un velatorio? Estoy seguro que sí. ¿Ha visto lo que normalmente sucede en un velatorio? Generalmente, en un velatorio, todo el mundo habla del que se murió. Se comenta lo que hizo y lo que no hizo, lo que dijo y lo que no dijo. Igual a un velatorio común y corriente de cualquiera de los que pueden verse hoy día. A usted de pronto se le muere un familiar o un amigo y, cuando habla de él, habla de lo que ese que murió hacía cuando estaba vivo, habla de las cosas que el muerto decía cuando estaba vivo. Eso sucede porque, desde que se murió hasta este momento, ya no se sabe más nada de él, verdad? Así que del momento posterior a su muerte, es muy poco lo que podría decirse, o nada directamente. Ahora digo, pregunto, inquiero: ¿Nadie, por ventura, se ha dado cuenta que en una enorme proporción de cristianos ocurre lo mismo?

Entonces hoy llegamos a un templo cualquiera, de cualquier denominación y con qué nos encontramos. Zaqueo, los leprosos, el ciego Bartimeo, siempre lo mismo. Lo miramos de aquí, lo miramos de allá, lo enfocamos desde este ángulo, lo apuntamos desde aquel otro ángulo. Nos identificamos con tal interpretación, nos adherimos a la otra interpretación, discutimos por ellas, consultamos a tal comentarista, lo refutamos con el otro comentarista de prestigio, pero no podemos salir de lo que hizo con Zaqueo, con los leprosos o con el ciego Bartimeo. Parece que fuera un sistema armado para estar hablando un buen rato de uno que se murió, que cuando estaba vivo hizo un montón de cosas y que ahora, inevitablemente, tiene que estar muerto. De allí que todo lo que hablamos de Él, es de lo que Él hacía cuando estaba vivo. Es allí donde parece que nuestros hijos se educan, se forman y se crían en un enorme velatorio dominguero. Siempre oyen hablar de lo mismo. De lo que Jesucristo hacía cuando estaba vivo, que es lo que relatan los evangelios.

¿A usted nunca le llamó la atención que el apóstol Pablo, por ejemplo, en sus cartas, nunca cita los evangelios, los hechos y las obras que hizo Jesús? ¿Sabe por qué no lo hacía? Porque Pablo no consideraba importante resaltar las aventuras de alguien durante su vida si era alguien que seguía vivo y podía seguir haciendo cosas. ¿Para qué iba a perder el tiempo contándole a esa gente lo que Jesús había hecho tantos años atrás, si él tenía noticias más recientes de Jesús?

Esto me hace recordar mucho, (Por allí no puedo evitar pensar como periodista que he sido), a la lectura de los diarios. ¿Cuántos saben que cuando hay cuestiones muy importantes donde todo el mundo está pendiente, que a las dos horas de haber aparecido un diario, ya es viejo? Mírelo de esta manera: si usted se encuentra en un país en donde no entiende en absoluto el idioma, y ni siquiera puede adivinar nada de lo que se escribe porque su escritura es con signos y no le deja ni la menor posibilidad, siquiera, de poder diferenciar lo que es una nota policial de una deportiva, qué ocurriría si un día, de improviso, usted encuentra una simple hoja de un diario en castellano aunque sea del año pasado? ¿No se la lee hasta la última letra y la disfruta? Ahora bien: cuando usted regresa a su país y desciende en el aeropuerto, y lo primero que hace es comprar el diario del día y casi devorárselo, decidiría allí comprar uno del año pasado? Nunca, seguro. ¿No es así? Bueno: limitarnos a comentar los hechos de Jesucristo, alguien que hoy está vivo y puede seguir haciendo cosas, no vendría ser casi lo mismo?

Después viene la otra, la de las superficialidades inocuas. “¡Ay,sí hermano! ¡A mí me gustó más la iglesia evangélica que la católica porque los pastores se pueden casar, vio?” (...) Otra: “Mire... Yo vengo a esta iglesia desde hace mucho tiempo. ¿Sabe por qué? Me encanta la forma en que se canta aquí”. ¿Así que estás aquí por eso? ¡No entendiste nada! Sí señor; cuando Cristo se mueve, empiezan los problemas. Como estamos demasiados acostumbrados al estilo velatorio, cuando el muerto comienza a moverse, se arruina el velatorio. “Miren señores, yo los respeto, pero lo que no entiendo de ustedes es por qué se muestran tan bulliciosos, tan alegres. Para mí, las cosas de Dios son muy serias, no creen? “ Bueno, es que nosotros somos salvos, tenemos vida eterna, por eso es que nos la pasamos celebrándolo. – “Sí, entiendo, yo también sé que cuando me muera me voy al cielo, pero no sé, no puedo sentirlo igual...” Escucha: una cosa es que uno crea que cuando se muera se va al cielo, pero otra muy diferente es tener conciencia de eternidad, ahora, antes que la muerte física llegue. – “Sí, puede ser... Pero igual, no lo veo...” ¡No entendiste nada!

El problema radica en cuando la iglesia se transforma en una estructura, en una organización, en una institución. Nadie entiende que Dios no unge organizaciones sino organismos vivientes. Porque de pronto sale un grupo que encuentra algo nuevo, algo que allí hasta ese momento no se hacía y el problema que se arma es monumental. ¿Y qué sucede? Sucede que al final, los que conforman ese grupo, se tienen que ir. ¿Y adónde van? A formar otra iglesia, más libre, con más avivamiento, con más unción, con más presencia de vida abundante y del Espíritu Santo moviéndose como Él quiere. ¿Y cómo se termina esto? Se termina cuando los mismos que se fueron, porque el hombre es controlador por excelencia, porque perdió un día el apoyo de Dios para su señorío pero no perdió el ansia de señorear, se ven en la obligación de institucionalizar la nueva iglesia. Allí se echa todo a perder. ¿Sabe por qué? Porque cuando uno quiere institucionalizar la vida, la mata.

La mentira santa más abundante hoy, es: “¡Nosotros no somos una denominación!” O, sino, la otra: “¡Nosotros somos adenominacionales!” Si usted tiene reglamentada de alguna manera su forma de bautismo, su forma de servir la Santa Cena, su forma de recibir al Espíritu Santo, su forma de culto y, para pertenecer a su grupo se debe aceptar todo eso, le guste o no le guste, esté de acuerdo no lo esté, ya es usted parte de una nueva denominación, lo quiera o no lo quiera ver así; lo haya buscado o haya tratado de evitarlo. Porque deberé decirle que, si se congrega bajo la única cabeza reconocida, que es Cristo, y se somete a la unción del Espíritu Santo, usted ES iglesia. Ahora; si se agrupa debajo de un liderazgo asumidos mediante ciertas políticas religiosas no siempre demasiado santas y está lleno de reglas, estatutos y disposiciones internas, usted forma parte de un Club Religioso.

¿Pero será tan así? Vayamos por partes: ¿Qué es lo que hace iglesia a una iglesia? No demasiadas cosas, no se crea. Principalmente y de manera excluyente, la presencia viva de Jesucristo. Porque si no está esa presencia, es un club cristiano, con sus propios principios, reglas y estatutos. Eso era, precisamente y mire usted, lo que sucedía en la iglesia de Laodicea, la recuerda? Está en el libro de Apocalipsis, véala. Una iglesia, mi estimado amigo, no lo es por tener unos principios correctos, una iglesia lo es por tenerlo a Cristo de una manera genuina, no solamente declamada.

Lamentablemente, y en el marco de la tremenda confusión en la que hoy por hoy andamos, son demasiado los que suponen que la bendición de Dios es una especie de aprobación con relación a una doctrina correcta. Es muy frecuente oír decir: ¡Si Dios nos bendice, es porque estamos bien! Hermano... Dios no te bendice porque tienes una doctrina correcta, Dios te bendice porque eres un hijo suyo y Él te ama. Si me preguntara usted quiénes son salvos, le diría que aquellos que han creído en Jesucristo como Salvador y Señor de sus vidas. Ahora, si me preguntara en qué sector están los salvos, primero le diré que no puedo saberlo porque a sus corazones solamente los conoce el Señor, y después, -arriesgando un poco-, tendré que decirle que muy probablemente en todos lados un grupo y en ninguno el total. De otro modo, Dios habría faltado a la verdad cuando dijo que el trigo y la cizaña convivirían JUNTOS. Donde hay amor por las almas perdidas, por ejemplo, allí está Cristo. Donde no lo hay, por más que practiquen una doctrina pura, ritos correctos y dogmas precisos, lo dudo. Debemos probar los espíritus.

¿Y qué es probar los espíritus? No mirar si hay una doctrina correcta o equivocada. Y no estoy hablando, obviamente, de doctrinas de demonios, estoy hablando de la enorme cantidad de doctrinas producto de otras tantas interpretaciones hechas por cristianos fieles todos. ¿Qué miraremos entonces? Miraremos si allí hay amor, gozo, paz, bondad, mansedumbre, humildad, templanza, paciencia, dominio propio. No se olvide usted de aquel viejo relato del Publicano y el Fariseo. ¿Recuerda cómo era? Entonces le pregunto: ¿Quién supone usted que tenía la doctrina más correcta de los dos?

Jesús dijo muchas veces y a quien quisiera oírle, que Él era el Camino, la Verdad y la Vida, no es así? ¿Y qué es el Camino, la Verdad y la Vida? El Camino es Cristo, no nuestra interpretación de la Biblia. La religión está fundada en dogmas, pero la iglesia está fundada en Cristo. La salvación jamás dependerá de una posición teológica correcta. Muchos suponen que en un seminario se aprende la Biblia. Grueso error. En los seminarios, lo que se aprende, es la doctrina de la denominación que lo dicta o, en el mejor de los casos y en un marco de amplitud, lo que se aprende son conceptos sobre la Biblia. A la Biblia, en todo caso, los unos la usarán para probar con ella en la mano que sus doctrinas internas son correctas, los otros, para probar sus propias tesis personales. Pero si leemos la Biblia sin ninguna clase de anteojos denominacionales, vamos a encontrar a Cristo, porque es de Él de quien habla este libro.

Hagamos una prueba muy simple. Los primeros cristianos, ¿Qué eran? Judíos convertidos, verdad? Pero resulta que antes de convertirse, ellos se circuncidaban, iban al templo y hacían cada cosa que les marcaba la ley de Moisés. Un día conoce a Cristo y se convierten. Pero siguen yendo al templo, siguen circuncidándose y siguen haciendo las cosas ordenadas por la ley. Ya no lo necesitan, pero tampoco les estorba porque tienen a Cristo. Pablo lo entendió muy bien cuando dijo, con una tremenda revelación, que en Cristo Jesús no vale nada ni la circuncisión ni la incircuncisión, sino que lo que vale es una nueva creación.

Si no alcanza usted a ver todo esto con meridiana claridad, debo explicarle que: las divisiones que padece la iglesia hoy en día, se deben al centrismo por parte del hombre. Un hombre demasiado pagado de sí mismo por su conocimiento y su sabiduría personal. En cada doctrina por esos mismos hombres creada y no, concretamente, en la persona de Jesucristo. Hemos hecho de la doctrina, lisa y llanamente un ídolo. Hemos idolatrado ideas, costumbres, tradiciones y aún facetas de alguna cultura. Pablo tenía muy claro todo esto. Para poder predicar tranquilo y sabiendo que lo primero que iban a preguntarle, cuando conocieran a Timoteo que era griego, era si estaba circuncidado, le dijo: “Mira... cortemos por lo sano... cortemos. Tú sabes... Circuncídate.” En cambio a Tito no lo hizo circuncidar. ¿Por qué habría sido? ¡Porque Pablo era libre! Está escrito.

(1 Corintios 9: 19)= Por lo cual, siendo libre de todos, me he hecho siervo de todos.

Esto tiene una lógica tan aplastante y tan simple, que espanta. Dice Pablo que, para poder ser siervo de todos, tiene que ser libre de todos. ¿Qué quiere decir? Quiere decir que, si usted se hace siervo de una denominación, jamás va a tener libertad para poder ser siervo de cualquier otro hijo de Dios, tal es la voluntad del Padre. Nada menos. Fue por ese mismo motivo que Pablo rechazó el sostén de los Corintios. No quiso quedarse “enganchado” a ellos. Yo fui durante mucho tiempo, miembro de una iglesia Bautista. No era un Bautista en esencia porque nunca logré entender por qué, muchas de las cosas que se practicaban en la denominación, no sólo no eran bíblicas, sino que algunas, sencillamente, eran opuestas a la palabra. La denominación Bautista hace, por ejemplo, un baluarte de su democracia interna. Nadie lo discute y hasta es lindo. ¡Si no fuera porque el baluarte de cualquier democracia ha sido y es el Disenso, factor que según leemos en Gálatas, es una obra de la carne que no nos permite ingresar al reino! Estando con los Bautistas, alguna vez se dio el hecho de tener que ministrar a alguien que no lo era. ¿Sabe los prejuicios que tenía ese hermano por ese motivo? De pronto me llegué a sentir, casi, un musulmán, o un budista. ¿Discriminación? ¡No! Simple estupidez conceptual masiva y epidémica.

(Romanos 14: 2)= Porque uno cree que se ha de comer de todo; otro, que es débil, come legumbres.

(3) El que come, no menosprecie al que no come, y el que no come, no juzgue al que come; porque Dios lo ha recibido.

(Verso 5)= Uno hace diferencia entre día y día; otro juzga iguales todos los días. Cada uno esté plenamente convencido de su propia mente.

(6) El que hace caso del día, lo hace para el Señor; y el que no hace caso del día, para el Señor no lo hace. El que come, para el Señor come, y da gracias a Dios.

(7) Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ninguno muere para sí.

(8) Pues si vivimos, para el Señor vivimos; y si morimos, para el Señor morimos. Así, pues, sea que vivamos, o que muramos, del Señor somos.

De esto rescatamos que lo importante, lo superlativo, es la motivación. Usted, argentino, puede darle gracias a Dios por el asado con ensalada que va a comerse mañana y vale. Otro, puede darle gracias a Dios por privarse mañana de un asado con ensalada y, en su lugar, comerse un plato de arroz y también vale. Porque lo que vale es lo interno, el fondo, la motivación, no lo externo. Si las dos motivaciones de este ejemplo están centradas en Cristo y no en lo que demanda una doctrina denominacional, Dios bendice. ¿A alguien le cabe alguna duda que será así?

(Romanos 15: 7)= Por tanto, recibíos los unos a los otros, como también Cristo nos recibió, para gloria de Dios.

Entiéndame bien; Pablo jamás dijo tal cosa como: “La iglesia de los que comen por allá y la de los que no comen por acá”. Que yo haya visto, él dijo: “Quédense todos juntos”. Es que si comes o no comes, no es importante. Lo importante, en todo caso, es el motivo por el cual comes o el motivo por el cual no comes.

Ese es el punto que se le revela a Pablo: que los gentiles pueden ser salvos sin necesidad de contar con el paquete judío. Pablo le llama a esto, “El misterio escondido”. Un gentil, sin circuncidarse, sin seguir la ley, con Cristo, podría ser salvo. Hoy, muchos creyentes, gentiles, con Cristo genuinamente en sus corazones, pueden ser salvos sin pasar, necesariamente, por el paquete evangélico. ¿Nunca se le ocurrió pensar esto? Sí, ya lo sé; por allí lo pensó y hasta se lo llegó a comentar a alguien, pero ese alguien, seguramente, se ofendió y le dijo a bocajarro: ¡Hermano! ¿Cómo se le ocurre que pueda haber gente salva fuera de la iglesia evangélica? ¿Ah, no, eh? Veamos: cuando usted andaba de misa en misa en la religión oficial (al menos de estas tierras), yendo pero no estando, como lo hace una enorme mayoría, ¿No le creyó al que un día, de pronto, le mostró que Dios no era Católico? ¿Sí, eh? ¿Y bajo qué argumento va a venir a decirme, esperando que yo le crea, que Dios sí es evangélico? Sépalo de una vez por todas y deje de ser o de hacerse el religioso: ¡Dios es Dios y está mucho, pero mucho más allá de lo que cualquier hombre, por lúcido y ungido que sea, pueda decidir por sí mismo! ¡Dios es más grande que su denominación! ¡Dios es más grande que la misma Biblia! ¡Dios es más grande que su iglesia! ¡Es Dios!!! ¿Entiende?

Cuando usted se convirtió, es probable que haya levantado su mano en una campaña evangelística y ya está, fue salvo. Le dijeron, esos buenos cristianos que se le acercaron rápidamente, que lo único que usted necesitaba era tener a Cristo. Allí mismo fue donde usted estrenó una expresión que después se le transformaría en corriente: ¡Amén! Lo dijo y, seguramente, se llenó de gozo por ello. Pero después, cuando lo llevaron a la habitación de atrás, esa que normalmente se utiliza en todas las iglesias para charlar con los recién convertidos, empezaron: reglas, principios, religión. Entérese por si todavía no lo ha visto con claridad: muchísima gente vendría a Cristo si no fuera porque ve que si lo hace, también tiene que venir a nuestra religión. Porque la gente, mi querido amigo, tiene hambre y sed de Dios, pero el peor obstáculo que encuentra para saciar esa hambre y esa sed, muchas veces es el propio sistema eclesiástico que nos identifica. El mundo podrá ser pecador e incrédulo, de acuerdo, pero tonto no es.

Mire este ejemplo. ¿Cuántas estaciones de servicios, o gasolineras hay en su lugar de radicación? ¿Diez? ¿Cien? ¿Mil? No interesa. Muchas, en todo caso, y de muchas marcas diferentes también, no es así? Cada uno de los que tenemos un vehículo, ya sea por costumbre, por selección o alguna otra causa, solemos cargar cualquier combustible que sea en alguna o algunas determinadas. Pero nadie le va a poder venir a decir que el combustible que venden en cualquiera de las que no utilizamos, no sirve para que su vehículo funcione, verdad? Entonces, cuando algo no nos gusta, ¿Qué es lo que hacemos? Abrimos una estación de servicios nueva. Pero como después vendemos un combustible que no difiere en nada del que venden las demás, lo único que hicimos, fue empezar con una más de las diez, cien o mil que ya había. ¿Está claro?

(Efesios 3: 14-21) Por esta causa doblo mis rodillas ante el Padre de nuestro Señor Jesucristo, de quien toma nombre toda familia en los cielos y en la tierra, para que os de, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu; para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cual sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todos conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios. Y aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea la gloria en la iglesia de Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los siglos. Amén.

Jesús dijo: El que cree en mí, tiene vida eterna. El nunca dijo: “El que cree en mí, tiene la doctrina correcta”, ni tampoco: “El que cree en mí, va a tener el sistema teológico verdadero”. La Palabra básica fue que: “El que tiene al Hijo, tiene la Vida”, nunca “El que tiene la doctrina correcta, tiene la vida”. ¿Es tan complicado o tan difícil de entender o aceptar? ¿A tanto ha llegado el espíritu de confusión operando entre nosotros?

Hoy en día, los creyentes están más centrados en el culto que en Cristo. ¿Qué cree usted, o, mejor dicho: Qué le enseñaron a usted que es la vida cristiana? ¿Tenerlo a Cristo dentro suyo o venir a un culto todos los domingos? Ya me puedo imaginar lo que me está respondiendo. Somos rápidos para las respuestas correctas: “¡Las dos cosas, hermano!” ¡Muy bien! Pero, ¿Me permite que le pregunte algo con total sinceridad y transparencia, para ser respondido del mismo modo? Revísese. Examínese. ¿Tiene, verdaderamente, las dos cosas? Estaré orando para que sí.

Cuidado, no quiero que se confunda por mi causa, Dios me libre de ello. El culto tiene un lugar sumamente importante dentro de la vida cristiana, a eso nadie se lo puede soslayar, subestimar ni minimizar. Pero doblemente cuidado ahora: Jamás culto alguno, por glorioso que fuera, podrá tener un lugar EN LUGAR de Cristo. Así está escrito: Es Cristo en nosotros, la esperanza de gloria. Nadie podría decir, aquí que quien efectivamente, alguien que le da un lugar secundario a Cristo con respecto al culto, pueda ser alguien infiel o cosa por el estilo. Pero sí le diré algo: será un creyente que no crecerá. ¿Y quiere que le diga algo más? Es por esa razón que hay tanta gente inmadura que no termina nunca de crecer. ¿Querría examinarse usted mismo en este mismo momento? Pregúntese ahora: ¿Qué sucedería con mi vida de fe si tuviera, por algún buen motivo, que pasarme tres o cuatro meses sin poder ir al templo?

¿Se anima a que desmitifiquemos una frase hecha? Ahí va: Cristo dijo: Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida, ¿No es cierto? Y después agregó: Y nadie viene al Padre sino por mí. Bueno; creer que Él es el Camino, la Verdad y la Vida y que nadie viene al Padre sino por Él, es un concepto que, cuando se acepta, la iglesia le dice a usted casi a coro: “¡Tuuu eeeres saaalvo!!!” Sin embargo hay un pequeño gran problema: la Escritura no dice en ninguna de sus fases que tiene la vida aquel que ACEPTA que Él es el Camino, sino el que toma la decisión de recorrer ese Camino.

El gran problema que tenemos hoy día, la enorme confusión en la que. Unos más, otros menos, pero todos en alguna medida andamos, es que hemos cometido el error de confundir dos palabras, tomarlas como sinónimos y no lo son: Conceptos y Vida. Todas las religiones conocidas están basadas en conceptos. Para pertenecer a cualquiera de ellas, se deben aceptar esos conceptos, si no usted no es admitido. Con nuestro pueblo está sucediendo algo similar. Si usted quiere ser Bautista, Pentecostal o hermano Libre, por decir algunos, tendrá que aceptar sus diferentes y respectivos conceptos. Pero lo cierto es que no existe el Cristo Bautista, Pentecostal o Hermano Libre. Son sólo conceptos diferentes para con un mismo Cristo. Y los conceptos son las doctrinas, las formas y los sistemas. Pero ¡Cuidado! Tener los conceptos acertados, no quiere decir que estemos bien. Porque Cristo dijo: ¡Yo soy el Camino!



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