miércoles, 16 de marzo de 2011

Tremendo testimonio!!!


El propósito de Dios.

Gumercindo, fue uno de los delincuentes más temidos durante los años ochenta. Le apodaban “El Kalimba” debido a sus rasgos africanos y su estatura 1.80 metros.

Una tarde en diciembre de 1999, Gumercindo Domínguez Ayona, viajaba por Santiago junto a un amigo que trabajaba para el gobernador de Veracruz. Llevaban tres días sin dormir a punta de cocaína y whisky.

En algún momento detienen la camioneta. Un joven pasaba por el lugar y le piden acercarse. Cuando el muchacho llega a la ventanilla, Gumercindo saca su pistola. “Abre la boca o te mato”, dijo. Aterrorizado, el joven obedece. El cañón le pasa entre los dientes. Después Gumercindo da un cachazo al joven en la cara, cae al piso. El hombre pisa el acelerador y huye tirando balazos al cielo entre carcajadas.

No sabía que el agredido era el hijo del entonces alcalde santiaguense, Eduardo García Garza. Al poco tiempo los rodearon militares y los detuvieron con dos mil 500 dólares en efectivo, dos armas y cuatro cartuchos quemados ocultos.No fue difícil que las autoridades lo identificaran: un acapulqueño de más de un metro 80 centímetros de altura, rasgos y tez visiblemente africanos, capaz de cargar 300 kilos de pesas, siempre adornado por siete kilos en cadenas de oro. El Kalimba, le decían.

Lo que no hubieran imaginado Gumercindo ni los militares es que seis años después, tras salir de prisión luego de ser detenido 162 veces, aquel sujeto se habría arrepentido y optado por un nuevo oficio: pastor evangélico.

“El Señor cambió mi vida, la transformó, la restauró y me sacó de la prisión para llevar su Evangelio, para llevar la Buena Nueva a aquellos hombres que creen que no hay esperanza, déjenme decirles que sí hay esperanza, se llama Jesús de Nazaret. Él es el camino, la verdad y la vida”, comenta hoy Gumercindo Domínguez Ayona...

Kalimba tiene 56 años. Es el mayor de nueve hijos de campesinos pobres. En vez de estudiar dedicó su tiempo a la siembra de maíz, frijoles, calabazas, sandías, melones y demás cosechas del campo. Su padre cambio de oficio y se desempeñó como policía pero no de los honrados: mataba por dinero y a sus 34 años “lo que sembró, cosechó”, narra Kalimba.

Entró a la delincuencia después que despedazaron a su padre

Por órdenes del presidente municipal, asegura, un convoy de soldados arribó a su casa y comenzó a disparar. Quemaron la casa para obligarlo a salir y ahí mismo lo mataron, aunque según Kalimba, alcanzó a llevarse consigo a un coronel y tres soldados.
“Yo veía a mi padre desde casa de un vecino, cómo me lo masacraban. Su cuerpo lo molieron del ombligo para arriba, lo tuvimos que recoger en tinas, lo despedazaron”, recuerda Domínguez Ayona.

A sus 14 años de edad Kalimba, se fue de su casa para cobrar venganza de quienes mataron a su padre. Entró a “una pandilla de 89 negros” en la marina de Icacos, en Acapulco, y pronto se convirtió en líder. Le decían El Blacky, diminutivo de “negro” en inglés.

Ahí aprendió cuán lucrativa puede ser la delincuencia y prefirió independizarse. Trabajó en Acapulco, Cuernavaca, Guadalajara, Tepic, Los Cabos, México y Veracruz antes de llegar a Monterrey. Hacía trabajos sucios con precio para todo, desde los 100 mil pesos hasta los 800 mil, según la labor. Trabajó con todo tipo de personas: políticos, líderes sindicales, abogados.

¡Soy invencible!

Gumercindo Domínguez Ayona, asegura haber sobrevivido 17 balaceras y que en una de ellas recibió siete balazos que lo dejaron en coma. Fue la ocasión que más cerca estuvo de la muerte: aventaron su cuerpo junto con otros y emitió unos gemidos para avisar que seguía vivo.

No recuerda más hasta que despertó siete días después en un hospital de Jalisco. Al día siguiente regresó el grupo de delincuentes que quería matarlo pero una enfermera lo escondió en el sótano y sobrevivió. Ahora lo atribuye al plan que tenía Dios para él, pero en ese entonces se creía invencible.

“Me buscaban como pan caliente para asesinarme y no me pegaban. Y en mi ignorancia y en mi rebeldía yo decía ‘¡es que yo soy Kalimba! ¡Soy Juan Camaney!’”.

“Lo peor era darles un tiro en la cabeza, eso era lo peor, porque ya ahora comprendo que cuando yo estaba en lo malo pues era una cizaña muy tremenda, (pero) no hacía este tipo de maldades como la hace ahora la mafia. Vamos a decir que éramos un poco más piadosos. Por ejemplo, teníamos que estar cazando a la persona para poderla levantar, para poderla agarrar, no como ahora”.

Era pagado por políticos

Pero no todo era delincuencia común. También era especialista en combatir a los trabajadores que realizaban paros laborales en las fábricas, además de entrarle por igual a los delitos electorales.

Kalimba tenía un comando de alrededor de 15 personas armadas y con comunicación continua vía radio. Eran los encargados de robar casillas electorales, y aunque por ser afín a la CROC era enemigo natural de la CTM, unían fuerzas para hacer el trabajo sucio bajo la bandera común: la del Partido Revolucionario Institucional.

Dice que en las elecciones internas del PRI para definir el candidato presidencial en el 2000, sus patrones le aseguraron que si ganaba la elección Roberto Madrazo Pintado, él se iba trabajar de comandante, por lo que realizó su labor con aún más entusiasmo.

En la cárcel cambió su pistola por Jesús

Finalmente, el 17 de agosto de 2003, Kalimba, fue detenido por posesión de armas: una pistola 45 luego de haber estado encerrando fumando cocaína por ocho días con múltiples prostitutas. Salió de su casa y balaceó una camioneta en plena luz de día en la avenida Gonzalitos, cerca de Leones.

Entonces se le juntaron las órdenes de posesión de arma, lesiones por balacear a una persona en una pierna, y otras por violencia. Ésa fue la última vez que cayó en prisión y por primera vez no pudo salir. Cuando en otras ocasiones no pasaba más de dos meses en el penal, esta vez pasó dos años y siete meses en el de Apodaca. Una pena reducida de 40 años a dos y medio, que atribuye a Dios.

Al poco tiempo en el penal, el 5 de enero del 2004, llegó con él un reo enfermo de sida, el hermano Rolando, mejor conocido como El Aguacate, preso por narcotráfico, tenía nueve años encerrado y le faltaban 18 más en prisión.

El hermano Rolando, le llevó el Evangelio y Kalimba describe una purificación: lloró y gritó desesperado hasta convertirse. Lo único que le quedó fue su casa al poniente de San Pedro, la zona menos pudiente. Ahí fundó la Iglesia del Cordero de Dios.

“Nadie cree en esta iglesia, pero los vecinos que me tenían miedo no creen que me cambió Dios. Ahora dicen ‘n’ombre Kalimba está más loco, bailando, danzando, cantando y alabando, está loco’; pura murmuración, pura critica”, dice.

Testifica a los jóvenes para sacarlos de la delincuencia

El Pastor Gume se describe como un hombre nuevo, está casado, y tiene dos pequeños hijos y uno más en camino. El de antes, el matón a sueldo, tiene otros 17 hijos regados por toda la República. La casa que era una maldición ahora reparte bendiciones.

“Yo no le tengo miedo a nada porque yo ya no hago lo malo, yo hago las cosas buenas de Dios; yo confío en Dios, en que él santificó este lugar y cambió mi vida para testimonio de muchos”. En su nueva vida predica el Evangelio y busca jóvenes delincuentes para ayudarlos a dejar el crimen y acercarlos a Dios.

Ahora está seguro de que si él pudo cambiar, cualquiera puede hacerlo: “Hay que darle ese derecho a la gente”, dijo.



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