La carne es contra el espiritu y el espiritu es contra la carne

Hoy en día vemos como personas importantes para el mundo terrenal, ya que no son mas que hombres corrientes, por mas famas que tengan, aun si lo tienen todo aquí, cuando mueren son mas que polvo y miseria. Vemos como personas carentes de doctrina y de amor de Cristo, faltas de conocimiento de lo alto y sin ningún temor a Cristo, quieren hacerse la idea de que existe un dios, pero que ese dios de ellos, es justamente como ellos quieren que sea. Se rige por los estatutos de los hombres y pues no le importa la mente y el corazón del hombre de pecado; que aun estando en desastres y pecados, son merecedores del reino de tal dios.

Bueno lamentablemente para esas personas que viven en esa novela de pura ficción, por así decirlo, Dios JEHOVÁ de los ejércitos, no necesita de la ayuda de nadie, ni muchos menos tiene que llevarse de los estatutos o creencia del hombre, simplemente es Dios, y dice su palabra que el hace lo que el quiera, en los cielos y en la tierra en los mares y en los abismos, lo que le plazca el hace, porque es Dios todopoderoso, y rey de justicia no de pecado.

Por eso dice su palabra que la salvación es por FE, y todo aquel que invoque su nombre sera salvo.

Dios aborrece el pecado no al pecador, por tal razón es su justa piedad y misericordia la que nos da esperanza y paz eterna.

Veremos un tema que lo único que nos da a entender es que estamos en tiempos peligrosos, porque ya la gente no tiene ni una pizca de temor por Cristo, y viven la vida sin Dios como si nada le faltara. Es lamentable el caso.

Aquí el tema:

El escritor chileno Hernán Rivera Letelier afirma que las novelas deben “chorrear vida”, y por eso ha inyectado grandes dosis de humanidad a su nuevo libro, “El arte de la resurrección”, cuyo protagonista, es el Cristo de Elqui, es como al autor le hubiera gustado que fuera el personaje evangélico.

“He creado un Cristo humano y con sentido del humor, que es lo que le falta al de los Evangelios”, dijo en una entrevista con Efe Rivera, horas después de haber llegado de Chile para recibir, el Premio Alfaguara que le dieron por esta novela en la que mezcla la crónica histórica y social con el humor, el surrealismo y la tragedia.

La dotación del premio, 175.000 dólares (141.778 euros), es ya motivo de alegría, pero a Rivera lo que más le interesa es la difusión internacional que garantiza este galardón. Ambientada en el desierto chileno de Atacama, donde Rivera vivió durante 45 años, treinta de ellos explotado como obrero, la novela recrea las andanzas de Domingo Zárate Vera, un iluminado que se creía la reencarnación de Cristo y que en los años cuarenta recorrió el valle de Elqui dando sermones y anunciando el fin del mundo.

Este personaje, al que el poeta Nicanor Parra le dedicó dos libros, le es familiar a Rivera desde que tenía ocho años. Un día llegó a su casa “completamente descachalandrado” (desaliñado) y le dijeron que parecía “el Cristo de Elqui”, cuya cara, “cuarteada por el sol y el viento salitrero, era como un fragmento de la reseca geografía de la pampa”, escribe el autor.

Investigó sobre el personaje y, cuando se puso manos a la obra, comprobó que le era “muy fácil y muy rico escribir esta novela” porque el lenguaje estaba en sus genes. “El lenguaje brotaba, esa mezcla de lo popular con lo culto, de lo religioso con lo profano”, señalaba el autor de “Santa María de las flores negras”, hijo de un predicador que poseía el mismo don que el Cristo de Elqui: dejaba encandilados a todos con sus sermones.

“¿Quién podía contar esta historia mejor que yo?”, se preguntaba hoy Hernán Rivera, tras recordar que el Cristo de Elqui “anduvo por el desierto de Atacama y trabajó en la misma salitrera” que el escritor chileno.

El Cristo de Elqui, era un iluminado al que en el manicomio le diagnosticaron “delirio crónico místico” y tenía muy clara su misión evangélica. Pero también sus necesidades carnales: el voto de castidad lo consideraba “una aberración”.

Hernán Rivera afronta con ilusión la promoción de su nueva novela, que lo llevará por veinte países. “Desde hace quince años soy el hombre más afortunado del mundo”, asegura del escritor, convencido como está de que, “en esto del arte, el uno por ciento es inspiración, el 49 por ciento es transpiración y el resto, suerte”.