lunes, 28 de junio de 2010

Protección en la calamidad

El Señor es nuestro Padre misericordioso que escucha tu oración y protegerá tu tierra si vives en santidad.

Recientemente tuvimos en Guatemala dos desastres naturales que no son casualidad. Dios nos habla a través de la naturaleza y es necesario aprender a interpretar estos mensajes. Muchos se preguntan: “¿estamos ante el fin del mundo?” y para responder, primero hay que definir a qué nos referimos con “el fin del mundo”. Las películas de Hollywood no presentan este evento como una gran catástrofe que nos atemoriza, pero la Biblia habla sobre el regreso de nuestro Señor Jesús, no de la destrucción de la Tierra. Por supuesto que ese regreso tiene señales pero nuestra esperanza se enfoca en la aparición del Señor en las nubes del cielo. No sientas miedo por la muerte y caos que podrían venir porque la Palabra nunca nos motiva a pensar en destrucción, al contrario, nos recuerda que Jesús nos salvó y desea llenarnos de esperanza y gozo al pensar que en el futuro estamos más cerca de verle.

No sabemos cuándo sucederá pero sí tenemos la certeza de que algún día se escuchará un estruendo y una gran trompeta anunciará la venida del Señor que será visible a todo ojo. En ese momento, resucitarán los muertos que creyeron en Jesús y los vivos seremos transformados para acompañar al Señor en el cielo. Todo el que crea estará con Él para siempre y luego de retirar a los justos, derramará Su ira sobre la tierra. Para nosotros, ese día es de salvación no de castigo porque hemos creído en Él que pagó en la cruz por ese castigo que todos merecíamos. Las profecías mayas y de otras culturas y las películas como Armagedón e Impacto Profundo omiten la aparición del Señor para llevarnos al cielo. Ese es el acontecimiento más importante y glorioso de lo que entendemos como “el fin del mundo”.

La Biblia dice que ese día lloverá granizo y fuego que quemará la tercera parte de las plantas de la Tierra. La gente se asusta por las tormentas tropicales y lluvias de ceniza pero todo será más terrible cuando estemos en el cielo y el Señor derrame Su ira, por eso, nuestra conducta debe mejorar cada día. Los cristianos estamos esperando la salvación, no la destrucción, así que no tenemos miedo sino esperanza.

Tiempo de salvación

Lucas 21:25-28 relata: Entonces habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, confundidas a causa del bramido del mar y de las olas; desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán en la tierra; porque las potencias de los cielos serán conmovidas. Entonces verán al Hijo del Hombre, que vendrá en una nube con poder y gran gloria. Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca.

Las señales hablan de un tiempo de salvación y son buenas o malas según las interprete alguien que está preparado o alguien totalmente desprevenido. Es como ver al vecino sacar el cincho pero no para pegarte a ti sino a sus hijos. El Señor derramará Su ira pero no contra ti. Ese día dará a cada uno de acuerdo a sus obras. Los justos recibirán salvación y vida eterna; los pecadores serán retribuidos con el castigo eterno. Cuando el Sol, la Luna, las estrellas y el mar se levanten, debes elevar tus ojos al cielo porque verás al Señor.

1 Tesalonicenses 10 nos invita: y esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera.

El Señor Jesús te salvó para librarte de la ira, no para condenarte al castigo eterno.

2 Pedro 3:10-15 advierte: Pero el día del Señor vendrá como ladrón en la noche; en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que en ella hay serán quemadas. Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios, en el cual los cielos, encendiéndose, serán deshechos, y los elementos, siendo quemados, se fundirán! Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia. Por lo cual, oh amados, estando en espera de estas cosas, procurad con diligencia ser hallados por él sin mancha e irreprensibles, en paz. Y tened entendido que la paciencia de nuestro Señor es para salvación; como también nuestro amado hermano Pablo, según la sabiduría que le ha sido dada, os ha escrito.

Pedro dice que los elementos sí serán desechados por el fuego. Los cielos y la tierra serán nuevos y morará la justicia que esperamos por la santidad en la que vivimos. Dios no está jugando y tú tampoco deberías hacerlo. No te arriesgues porque éstos no son tiempos para seguir pasiones humanas y coquetear con el mundo escuchando unas cancioncitas, tomándose unos traguitos, volteando a ver a la vecina o buscándose una amante. No es tiempo para tomar dinero ajeno o cometer actos de corrupción. Si algo te deben decir los desastres naturales es que no es tiempo de jugar. Todos esos acontecimientos son señales, una pequeña probadita de lo que pasará y de lo que te librarás si vives en santidad.

¿Cómo te encontrará el Señor ese día? Ojalá te encuentre en paz, consagrado y esforzándote por luchar contra la debilidad. Santidad no significa estar libre de tentaciones sino resistir a ellas, negándote al gusto porque sabes que no es correcto. Ser santo es decir: “ tengo ganas de fumar o tomarme un trago pero no lo hago; me atrae esa persona y podría tener un desliz con ella pero no lo hago porque es pecado”. El Señor desea encontrarte en santidad, irreprensible y sin mancha, es decir sin que nadie pueda acusarte de nada, condenarte o reganarte y libre de pecado. En otras palabras, desea que no le debas nada a Él ni a nadie. Ve a ponerte a cuentas, pide perdón y perdona si aún eres reprensible y alguien puede acusarte de algo porque el Señor no librará del desastre a endeudados, agresores, ofensores u ofendidos. Dile al Señor que te ayude a vivir en paz porque quieres irte con Él.

Promesa de misericordia

2 de crónicas 7: 13-15 cuenta lo que Dios le prometió a Salomón cuando inauguró el templo de Jerusalem: Si yo cerrare los cielos para que no haya lluvia, y si mandare a la langosta que consuma la tierra, o si enviare pestilencia a mi pueblo; si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra. Ahora estarán abiertos mis ojos y atentos mis oídos a la oración en este lugar; porque ahora he elegido y santificado esta casa, para que esté en ella mi nombre para siempre; y mis ojos y mi corazón estarán ahí para siempre.

Este templo es considerado una de las 7 maravillas del mundo por su esplendor y belleza. El día de la inauguración, Salomón entró para dedicárselo a Dios y le dijo: “sé que no habitas en templos hechos por hombres ya que ni los cielos pueden contenerte, sin embargo, te pido que hagas de esta casa tu habitación. También te pido que si algún día pecamos y nos castigas con sequía, plagas o pestes, nos escuches al pedirte perdón”. Entonces, Dios se le apareció esa noche a solas y le dijo que ha escuchado su oración y será compasivo con Su pueblo y sanará la tierra si se humillan y piden perdón.

En aquellos tiempos las grandes crisis eran por falta de lluvia, contrario a nuestro caso en Guatemala donde hace poco sufrimos por una tormenta tropical que inundó pueblos, destruyó puentes y cosechas. Pero sin importar cuál sea el desastre, te aseguro que si nos humillamos y pedimos perdón, el Señor nos dirá lo mismo que a Salomón y sanará nuestra tierra. Los acontecimientos actuales no son casualidad, es momento de orar, vivir en santidad y pedir perdón por nuestros pecados. Una persona me dijo: “te has dado cuenta que esto sucedió en Guatemala justo este año cuando hubieron tres conciertos satánicos por primera vez en el país”. El día que se llevó a cabo uno de ellos, mi esposa Debbie me dijo que durante su oración sintió que Dios estaba enojado con Guatemala. Ningún país del mundo puede permitir estos hechos porque estamos consagrados a Él. Hacerlo es tan impropio como tener una foto de tu ex pareja en la sala de tu casa o guardar algún regalo que te hizo. Seguramente tu esposa o esposo se enojarían muchísimo y no lo permitirían. Así actúa el Señor que nos anhela celosamente y no le agrada encontrar en tu casa ciertas cosas que provienen del mundo de donde te ha rescatado.

Pídele a Dios que sane tu tierra y tu vida, pídele que te perdone y que ya no vengan estas pruebas. Él te quiere amar, bendecir y hacer bien. En los últimos 12 años, en Guatemala particularmente, hemos sufrido tres huracanes, dos lluvias de arena, una tragedia en el estadio Mateo Flores, la vergüenza internacional de la muerte de un abogado y la crisis económica. No esperemos más para humillarnos delante de Su rostro y pedirle misericordia para nuestro país. Conságrale tu vida y guárdate para Él, de esa forma te cuidará y bendecirá porque esa es Su voluntad. Como un padre que le dice a su hijo: “pórtate bien, no quiero regañarte, quiero premiar tu obediencia”. Prométele que serás un hijo bueno y fiel, capaz de enfrentar la tentación, que no se dejará vencer y se levantará rápido si cae. Hace poco le enseñaba a mi hija a montar bicicleta sin rueditas y le dije: “mi amor, debes pedalear, te caerás si dejas de hacerlo”. Así es la vida, nos caemos el día que dejamos de pedalear. Debemos continuar luchando con la certeza de que Dios está a nuestro lado.

Levanta tus manos santas, sin ira y sin contienda, preséntale tus obras y tu vida para que perdone tus pecados en la familia, el trabajo y el vecindario. Pídele que te redima de las ofensas cometidas con tus ojos, boca y pensamiento, ruégale que te lave con Su sangre para alcanzar la gracia y ser puro de nuevo. Entrégale tu país con humildad para que tenga misericordia, reconociendo que hemos pecado con violencia y corrupción permitiendo que el enemigo tome lugares que no le corresponden. Pídele perdón en nombre de las familias de tu comunidad y dile que confías en la promesa que le hizo a Salomón porque sabes que estará atento a nuestra oración, inclinará Su oído, nos verá de cerca y nos perdonará. El Señor ama a tu país, tierra bendita que será luz del mundo. Derramará Su gracia allí donde encuentre hombres deseosos de Su paz para la familia, el corazón y la nación.

Fuente: cashluna.org



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