lunes, 28 de junio de 2010

Fe habla futuro!!!

La amargura recuerda el pasado y el afán se aturde con el presente pero la fe proclama el futuro.

La amargura recuerda el pasado y el afán se aturde con el presente pero la fe proclama el futuro. Cuando crees te anticipas a ver aquello que aún no has alcanzado pero tendrás y hablas de lo que hoy no eres pero lograrás.

Todos tenemos una medida de fe y debemos aprender a creer de la misma forma que tenemos piernas y debemos aprender a caminar. Si no fuera necesario ese aprendizaje porque nacemos ejercitando nuestra fe, Jesús no hubiera advertido sobre ello al decir: “al que cree todo le es posible” o nunca habría preguntado: “¿porqué dudaste hombre de poca fe?”.Muchas veces no usamos nuestra fe a pesar de tenerla.

Hebreos 11:1 define la fe : Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.
Vivir confiado es creer por algo que no tienes y esperas alcanzar. Demuestras tu fe hablando anticipadamente de lo que serás y tendrás en el futuro, no de lo que eres o tienes actualmente. Tu fe se hace evidente cuando proclamas dónde estarás al salir de una circunstancia que tal vez no es la mejor. Pero la verdad es que aún siendo cristianos, siempre nos lamentamos del pasado y del presente y nos cuesta ver hacia adelante. Un verdadero creyente habla del futuro, de lo bueno que Dios nos dará y de lo malo que no sucederá. Nuestras angustias nacen de observar el presente y si es desagradable, concluyes que el futuro será peor.

Confianza en medio del caos

En el Salmo 4:8 David dice: En paz me acostaré, y asimismo dormiré; Porque solo tú, Jehová, me haces vivir confiado.

David realmente confiaba en Dios porque fue capaz de decir estas palabras en medio de la guerra. Imagina que las flechas y lanzas volaban sobre su cabeza pero él dormía confiado en la protección divina. Muchas veces el insomnio es síntoma de poca fe, a no ser que no puedas dormir porque tus sueños y proyectos te mantienen muy entusiasmado. Yo siempre he dicho que la única forma de vencer una pesadilla es con un sueño. Si tus hijos están en drogas, solamente el sueño de verlos ungidos por Dios, renovados y lavados por la sangre de Jesucristo hará que la pesadilla desaparezca y de paso a una realidad mejor. Hay que soñar con un futuro de bien y esperanza en el Señor que ahuyentará todo mal.

Debes ser como David, capaz de dormir confiado, no sólo cuando todo va bien y el cheque de fin de mes está seguro, sino también cuando tus proveedores te cobren de más y quienes te deben no te paguen; debes demostrar tu fe cuando el negocio quiebra o no va bien. En esos momentos debes decir: “dormiré tranquilo porque el Señor está conmigo”. Algunos me preguntan cómo puedo dormir sin preocupaciones en medio de este gran proyecto de construcción que estamos levantando para el Señor y yo les aseguro que duermo en paz porque todo lo puedo en Cristo que me fortalece, así que cada noche le digo a mi familia: “este muñeco se va a su estuche”. La fe en Dios nos hace vivir confiados.

Ungido y con mi copa rebosante

El Salmo 23:1-6 asegura: Jehová es mi pastor; nada me faltará. En lugares de delicados pastos me hará descansar; Junto a aguas de reposo me pastoreará. Confortará mi alma; Me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre. Aunque ande en valle de sombra de muerte, No temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; Tú vara y tu cayado me infundirán aliento. Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores; Unges mi cabeza con aceite; mi copa está rebosando. Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, Y en la casa de Jehová moraré por largos días.

Este salmo es muy conocido pero la Biblia nos da sorpresas y siempre podemos descubrir algo nuevo en cada pasaje. Nota que todo está escrito en futuro porque, tal como sabemos, la fe se demuestra confiando que todo será superado en el futuro prometido. El salmista declara “nada me faltará, me hará descansar, me pastoreará, me confortará y guiará, me infundirá aliento y el bien y la misericordia me seguirán”. Sin embargo, el verso 5 está en presente pues dice “me unges con aceite y mi copa está rebozando” porque sólo quien vive en la presencia de Dios y ungido con Su aceite es capaz de pensar en ese buen futuro. La gente cuya copa rebosa delante del Señor tiene confianza en lo que vendrá, sin importar la situación que se viva. Si te dices ungido, compórtate como si lo fueras y habla cosas buenas sobre el porvenir. Cuando estás lleno del Espíritu Santo no le dices amén a lo negativo sino que confías y dices: “Dios ha prometido no abandonarnos, nos sustentará con Su diestra y aunque pasemos por el agua no nos ahogaremos y si por el fuego no nos quemaremos, ni llama arderá en nosotros”.

Si en tu boca solamente hay quejas sobre el presente y el pasado es porque tu copa no está rebosando y necesitas ir a Su presencia para que la llene. Muchas veces me critican porque le hablo a mi congregación de cosas positivas y dicen que no les hago ver la realidad para que se asusten y se conviertan, pero yo les digo que de las malas noticias se encarga el mundo. De Casa de Dios todos salen sonriendo porque mi deseo es dar ánimo en la Palabra que siempre tiene algo bueno para nuestra vida, tal como Jesús hacía. Las buenas prédicas no son las que hacen llorar de angustia y tristeza a las personas sino las que provocan esperanza. Jesús no era un hombre malhumorado y frío, al contrario, yo creo que incluso hacía Sus advertencias a los fariseos con una sonrisa en los labios, de lo contrario no lo hubieran seguido las multitudes deseosas de esperanza y los niños nunca hubieran querido acercársele. Cierta vez, mi esposa Sonia cocinó un delicioso pescado encebollado y cuando me lo sirvió, lloré de agradecimiento y le di gracias a Dios por las bendiciones que recibimos. Entonces, mi hijo Juan Diego se me acercó y contagiado de mi lloro empezó a hacer pucheros. Yo le expliqué que lloraba alegría y agradecimiento y comprendió aunque no dejó de llorar. Esto me recuerda que es bueno llorar cuando tenemos bienestar porque así, tal vez no lloramos cuando no lo tenemos. Debemos ser como niños que nos contagiamos del sentimiento cuando suceden cosas buenas y no quejarnos tanto con las cosas desagradables. Si lo pensamos bien, ni siquiera deberíamos estar vivos porque todos hemos merecido el castigo pero recibimos el perdón por nuestro Señor Jesucristo que murió para redimirnos.

Recuerda que para ver el futuro con fe, debes buscar al Señor ahora, en el presente, para que te unja y rebalse tu copa. De esa forma, Él mismo obligará a tus angustiadores, esos demonios que desean tu perdición, a que se sienten y sean testigos de cómo te bendice y levanta.

Seguramente les dirá: “ustedes que traían angustia, enfermedad, pobreza y miseria para mi hijo amado, ahora vean cómo se sienta a Mi diestra y lleno su copa hasta rebozar”.

La duda del mayor de los profetas

Jesús dijo que Juan el Bautista fue el mayor de los profetas. Fue el único que tuvo el honor de estar ante la Trinidad ya que escuchó la voz del Padre que dijo de Jesús: “este es Mi Hijo amado”, al tiempo que veía al Hijo a quien estaba bautizando y además, vio al Espíritu Santo que en forma de paloma descendió sobre la cabeza de nuestro Señor. Fue él quien anunció al Mesías y afirmó que Jesús efectivamente era el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Realmente era un gran profeta, lleno de una fe impresionante, sin embargo, dice la Palabra que no era más que cualquiera de los que en el día venidero estaremos junto al Señor. Esa es una promesa muy hermosa.


Lucas 7:17-23 cuenta sobre la duda de Juan el Bautista: Y se extendió la fama de él por toda Judea, y por toda la región de alrededor. Los discípulos de Juan le dieron las nuevas de todas estas cosas. Y llamó Juan a dos de sus discípulos, y los envió a Jesús, para preguntarle: ¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a otro? Cuando, pues, los hombres vinieron a él, dijeron: Juan el Bautista nos ha enviado a ti, para preguntarte: ¿Eres tú el que había de venir, o esperaremos a otro? En esa misma hora sanó a muchos de enfermedades y plagas, y de espíritus malos, y a muchos ciegos les dio la vista. Y respondiendo Jesús, les dijo: Id, haced saber a Juan lo que habéis visto y oído: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio; y bienaventurado es aquel que no halle tropiezo en mí.

A pesar de su fe y de ser el profeta más grande, Juan el Bautista también dudó y ¡envió a sus discípulos a preguntarle a Jesús si realmente era quien él mismo había dicho! Seguramente sintió lo mismo que tú has sentido cuando dudas frente a la adversidad a pesar de todas las pruebas que tienes de que el Señor te ama y nunca te abandona. A veces estás convencido de que te está levantando y sientes todo el ánimo para luchar porque sabes que Él se manifestará pero de pronto, algo te hace tambalear y dudas. Piensa que Juan el Bautista dudó cuando estaba pasando por el peor momento de su vida. Estaba en la cárcel por haber acusado a Herodes de adúltero. Este mandatario judío sabía que había encarcelado a un gran profeta, incluso iba a escucharlo y pedirle consejo en la prisión pero no le agradó que lo condenara por adulterio.

Seguramente al ser hecho prisionero, este gran hombre se hizo muchas preguntas: ¿cómo Dios permite esta injusticia si soy quien anunció al Mesías?, ¿por qué me sucede esto a mí que soy buen siervo del Señor y bauticé a Su Hijo que viene a salvarnos? Entonces dudó de lo que había visto y oído y envió a preguntar. Al escuchar ese cuestionamiento, Jesús actuó y demostró que era el Hijo de Dios, entonces, les dijo a los enviados: “Díganle que soy quien dijo que era y estoy haciendo lo que dijo que haría, que no dude por lo que está pasando”. Eso mismo te responde a ti y pide que no desfallezcas en tu fe. El problema no es dudar sino cómo enfrentamos ese momento de debilidad porque la duda no pide permiso y es una desventurada que te visita en tu sala, dormitorio y oficina y cuestiona tu mente preguntando: ¿por qué permite el Señor que te suceda algo malo si has demostrado que lo amas y le sirves? En esas circunstancias seguramente Jesús también actuará y te demostrará que es el mismo de ayer, hoy y siempre.

No más dudas

El Señor ataca los pensamientos que surgen cuando dudamos y por eso alguna vez preguntó: “¿acaso Dios no hará más por ti que lo que hace por las aves y por las flores, hombres de poca fe?” Cuando los discípulos lo despertaron porque tenían miedo de que la tormenta hundiera la barca, Él les dijo: “¿Por qué teméis, hombres de poca fe?” Cuando pensaron que no tenían qué comer y se preocuparon a pesar de que habían visto la multiplicación de los panes y los peces, Jesús les dijo: “¿por qué piensas que no tienen pan hombres de poca fe, acaso no recuerdan los cinco panes para cinco mil y los siete panes para cuatro mil?”

Pero la historia que más me impresiona es la que está en Mateo 14:31 donde el Señor cuestiona la fe de Pedro cuando se hundió después de caminar sobre las aguas: Al momento Jesús, extendiendo la mano, asió de él, y le dijo: ¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?

Pedro estaba actuando en obediencia a un mandato de Jesús, aunque luego dudó al ver las circunstancias y empezó a hundirse. El Señor le pidió una sola razón de peso para sus dudas porque Él nunca le pediría que caminara sobre las aguas para dejarlo hundirse. Ambos estaban en la misma circunstancia y Jesús no lo abandonaría. Cierta vez, uno de mis hijos enfermó y en medio de la noche se deshidrató. A las tres de la mañana veíamos cómo tenía sus ojos hundidos y la piel seca. En ese momento empecé a orar y el Señor me dijo: “me has pedido hacer milagros, pero, ¿cómo los haré si no hay problemas?” Entonces me recuperé y le dije: “tienes razón, el único desesperado soy yo porque Tú estás en control de todo, pongo mi confianza en ti y sé que mi hijo sanará”. Dos horas después todo estaba bien.

No temas porque Él está contigo, ambos caminan sobre las aguas y no dejará que te hundas. Créele con todo el corazón y no dudes más. Proclama tu futuro con fe, deja de ver el pasado y el presente, trabaja por lo que viene con la convicción de que te llevará a puerto seguro y te dará paz. Dale gracias, entrégale tu vida para que perdone tus pecados y dile que confías en Él porque es tu Señor y Salvador que nunca te abandonará.

Fuente: cashluna.org



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