viernes, 19 de febrero de 2010

¿CÓMO COMENZAMOS A LEER LA BIBLIA?


Aquel día aceptó el eunuco etíope la interpretación de Isaías que Felipe le dio. Creyó el evangelio y fue bautizado. Pero, supongamos que hubiese rechazado la interpretación de Felipe porque no le convenía que el carpintero de Nazaret fuera el mesías. El eunuco podría haber respondido de esta manera, ya que hasta los judíos disputaron que el joven carpintero de Nazaret fuera el Cristo.

La iglesia primitiva tuvo gente que negó que Cristo viniera en carne; más tarde otros impugnaron la doctrina de la Trinidad. El día de hoy, algunos creen que la lectura bíblica es una actividad espiritual privada. Como cada creyente es sacerdote, la Biblia y el Espíritu Santo les permite gozar de una línea directa a la voluntad de Dios. Pero, volvamos al eunuco etíope. ¿Por qué pidió ayuda para entender el profeta Isaías? ¿Acaso no era suficiente que leyera la Biblia con la inspiración del Espíritu Santo?

El Problema De La Lectura Bíblica
Todos los que comenzamos a leer la Biblia encontramos en ella acontecimientos y personas que no conocemos: la creación del mundo a partir de la nada, la entrada del pecado al mundo, el diluvio en los días de Noé, el éxodo y el exilio, el nacimiento milagroso de Cristo, y la resurrección.

Leemos de personas como Abraham y Sara, Moisés, Josué, David, Esdras, Nehemías, Jesús y Pablo. Obviamente es importante aprender a leer la Biblia y conocer a esas personas. Otro obstáculo para la lectura bíblica es que la Biblia fue escrita hace muchos años con idiomas extranjeras y costumbres desconocidas. Para un principiante, y para todos ajenos a la comunidad de la fe, la Biblia es un libro extraño. De hecho, incluso para los judíos del tiempo de Jesús les era difícil entender la Biblia.

Por supuesto que una lectura detenida nos ayudará a conocer a las personas y hechos claves de la historia bíblica. Los reformadores insistían en la perspicuidad de la Biblia. Esta doctrina enseña que la Escritura presenta con claridad el mensaje de salvación, y que, por tanto, cada uno lo puede entender: la salvación se recibe únicamente por la gracia de Dios en Cristo por la operación soberana del Espíritu Santo.

Sin embargo, la doctrina de la perspicuidad no quiere decir que la Biblia sea tan sencilla, que hasta un niño sea capaz de entenderlo por sí mismo o que la iglesia no necesite maestros que enseñen las Escrituras. La Biblia no fue escrita para individuos sino para la comunidad de los santos, para el pueblo de Dios (Ro. 1:1; 1 Cor. 1:2). La lectura bíblica es una actividad comunal que se da en diferentes contextos, como en el culto oficial de la iglesia, en estudios auspiciados por la iglesia, o en el hogar en forma privada o familiar.

La Biblia En La Iglesia
La Biblia es el canon o norma para la Iglesia, el cuerpo de Cristo. Esto significa que las Escrituras son las únicas que tienen la autoridad plena para definir la fe y la práctica de la comunidad en cuanto a Dios, el pecado, la salvación por Cristo, la vida cristiana, y otras enseñanzas. Para los que no pertenecen a la iglesia la Biblia no es canónica o normativa. Los incrédulos podrán considerar a la Biblia un libro muy religioso, y de valor histórico, pero no como regla que determine su fe y conducta. Las facultades de teología en las universidades seculares estudian la Biblia también pero la abordan como un libro religioso entre muchos otros como el Corán, el Baghavad Ghita, o las leyendas de los mayas. Esos cuerpos literarios también pertenecen a comunidades de cierta fe y conducta.

Pero como ocurre con la Biblia, las facultades de religión desatienden la voz de esas comunidades porque no estudian su literatura como si fuera canónica. Cuando hablamos de la iglesia, no nos referimos únicamente a la iglesia que se reúne en la calle Pomarosa, del barrio Vicente Díaz, bajo el liderazgo del pastor Fulano de tal, sino que hablamos de la única, santa, católica y apostólica iglesia...


A lo largo de los siglos, la iglesia de Cristo registra una historia llena de lectores de la Biblia de entre muchas naciones y culturas. Además, la iglesia ha experimentado muchas controversias sobre el significado del texto bíblico, la identidad de Cristo–si es verdadero Dios y verdadero hombre–y su relación con Dios el padre, la relación entre las personas de la trinidad, el significado de la expiación, y muchas otras doctrinas cruciales para la fe y conducta. Además, la iglesia ha aprendido que entre los lectores de la Biblia están los que la malinterpretan, los que niegan que Cristo haya venido en carne, o que el Dios del Antiguo Testamento sea el padre de Jesucristo.

La experiencia de esta lectura bíblica se ha depositado en decisiones de la iglesia que conocemos como los credos ecuménicos: el apostólico, el niceno, y el de Atanasio. Se llaman ecuménicos porque las doctrinas definidas en ellos son aceptadas por la iglesia universal, con pocas excepciones. La reforma produjo otras decisiones depositadas en confesiones, como la de Augsburgo o de Westminster. Tales confesiones tuvieron el efecto de producir comunidades cristianas que se organizan de acuerdo a dichas confesiones.

Por ejemplo, la Confesión de Westminster determina la tradición eclesiástica presbiteriana, y la de Augsburgo establece la luterana. La Iglesia Cristiana Reformada en América del Norte se define a sí misma por medio de la Confesión Belga (1561), el Catecismo de Heidelberg (1563), los Cánones de Dordt (1618-19), y los credos ecuménicos. Tradiciones eclesiásticas no-confesionales como el bautista y la pentecostal por lo general aceptan los credos ecuménicos. Además, tienen declaraciones doctrinales que definen su fe y conducta.

La Iglesia Y Su Lectura Bíblica
La iglesia es una comunidad que a través de su historia ha aprendido mucho en su lectura bíblica. Ya existe un acuerdo general en la iglesia de Cristo sobre la lectura correcta e incorrecta de la Biblia. Sin embargo, dentro de este acuerdo general existen diferencias sobre los sacramentos, la naturaleza de la iglesia y sus oficiales, la manera en que uno participa en la salvación de Cristo, la naturaleza del pecado y cómo afecta al hombre natural, y otros asuntos doctrinales.

Volviendo a Felipe y el eunuco etíope, ahora debe estar claro que la lectura bíblica no es cosa tan sencilla. Felipe le enseñó al eunuco que Isaías estaba hablando de Cristo; conclusión a la que no podría haber llegado por sí mismo. Felipe no leía Isaías como judío sino como cristiano. Desde la primera venida de Cristo la iglesia de Cristo ha leído el Antiguo Testamento desde una perspectiva cristiana. No se permite que cualquier persona determine cuál sea la correcta interpretación de la Biblia, sino que es la iglesia la que define la interpretación por medio de los maestros que la iglesia aprueba.

La iglesia defiende su manera de interpretar o leer la Biblia porque se trata de la verdad acerca de Dios, Cristo, la salvación y el deber humano en el mundo. A la vez debemos reconocer que existen diferencias entre las denominaciones. Por lo tanto, sea que hablemos de la iglesia católica romana, el bautista, la presbiteriana o la reformada, cada una insistirá que todos los que se unan a ella aprendan a leer la Biblia a la luz de los credos ecuménicos y las confesiones o declaraciones particulares de cada una. Uno podrá decir que esto es un error; pero es imposible desconocer estas realidades históricas. Todos leen la Biblia desde alguna tradición interpretativa.

El lector de la Biblia es influido por tradiciones hermenéuticas de la radio, la televisión, algunos libros o contacto con una iglesia. No es cuestión de acusar una u otra iglesia. Más bien, debemos reconocer que en la misión de la iglesia no debemos darle falsas esperanzas a los recién convertidos diciéndoles que ellos pueden leer la Biblia por sí mismos, sin ayuda. No queremos negar la perspicuidad de la Biblia, pero es más verídico decirles que al convertirse se están uniendo a una comunidad cristiana específica con una historia hermenéutica definida, y que los nuevos creyentes no tienen el privilegio de definir la fe cristiana, sino de aprenderla.

Con la doctrina de la perspicuidad, los reformadores no quisieron negar las doctrinas cristianas definidas por los concilios anteriores. Más bien reconocían y comentaban seriamente la lectura bíblica y su cosecha doctrinal que la iglesia produjo en siglos anteriores. Los comentarios bíblicos de Calvino y de Lutero dan evidencia que habían aprendido de sus antepasados, de personas como Agustín. Los que nacemos en la iglesia y los que se convierten a la fe bíblica nos hacemos miembros de una comunidad con raíces teológicas profundas las que no debemos de descartar porque somos de otra cultura, grupo étnico o porque somos de una generación particular.

Hemos recibido la enseñanza dada por la Iglesia que es el baluarte de la verdad.
Seamos sensatos en nuestra lectura bíblica como el eunuco etíope. No nos precipitemos a hacer declaraciones doctrinales creyendo que hemos encontrado algo nuevo. Aprendamos de nuestros antepasados en la fe y enseñemos a otros lo que hemos recibido de nuestros maestros (1 Cor. 11:23). El evangelio de Jesucristo será algo nuevo para muchos. Pero una vez que se hagan miembros de la iglesia, será cuestión de aprender una historia y verdad muy viejas.

Para Su Reflexión
1. ¿Cómo entiende usted la doctrina de la perspicuidad de la Biblia?
2. Explique la declaración: No hay nadie que lea la Biblia por sí mismo.
3. No importa la iglesia que uno asista ya que todas leen la Biblia en la misma manera. ¿Está usted de acuerdo con esta aseveración?
4. ¿Cómo respondería usted a la siguiente declaración: Cualquier judío podría haber dado una respuesta conecta al eunuco etíope?



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