Maternidad espiritual

Las mujeres estamos llamadas a levantar a nuestros esposos e hijos como una generación de guerreros para gloria del Señor.

En Jueces capítulos 4 y 5 leemos la historia de Débora, una mujer líder que hizo la diferencia en la historia del pueblo de Israel en esa época. Ella era juez y hacía un trabajo que en ese tiempo estaba reservado para los varones. Seguramente tenía grandes cualidades para ser levantada de esa forma. Su vida me impacta porque de muchas formas me identifico con ella. El primer aspecto que veo es que su esposo llamado Barak la apoyaba y vio en ella el llamado que tenía. Lo mismo sucedió conmigo porque mi esposo vio el llamado en mi, incluso cuando yo no lo veía. Mi vida al inicio del matrimonio fue vertiginosa. A los seis meses de recibir al Señor estaba casada con Rudy, un hombre que decía tener un llamado de Dios. Yo tenía 19 años y me vi en un país diferente, con mi esposo, iniciando una nueva y retadora vida. Como pareja aprendimos juntos a superar las dificultades, las cosas no fueron sencillas pero el Señor siempre estuvo junto a nosotros. Dios nos ayudó a ser sabios y luchar por nuestra familia.

Entonces, así como Débora, las mujeres con liderazgo y visión debemos tener balance y aprender a sujetarnos aunque pensemos que las cosas saldrán mejor como nosotros queremos hacerlas. Dios en Su misericordia me lo reveló al darme cuenta que gracias a Rudy tengo el nombre “Gracia”, es decir que mi esposo fue el medio que Él usó para darme el privilegio de ser una mujer que edifique a su familia y al ministerio. Pero debo recordar que la sumisión es importante porque Dios me pide ser mujer sabia que edifique mi casa. Tengo llamado para complementar a mi esposo, no para competir con él.

Imagino que Devora seguramente se sintió igual porque su nombre también la define ya que significa “nodriza” es decir la que cuida y amamanta, y también significa “la que trabaja como abeja”. Sabes que las abejas trabajan por su colmena incesantemente y una nodriza es la persona que incluso alimenta con la leche de sus senos a los bebés de otras mujeres que por alguna razón no pueden hacerlo. Así que Débora era autoridad, aconsejaba al pueblo además de ser esposa y madre.

En ese aspecto de la maternidad el Señor también me enseñó sobre lo importante que es la sintonía con tu pareja porque yo anhelaba tener bebé pero para Rudy no era una prioridad en los primeros años de matrimonio. Entonces yo me veía rodeada de amigas embarazadas y sufría porque pensaba que no podría tener hijos, ya que lo intentábamos pero no concebía. No fue hasta que Rudy comprendió lo importante que era para mí y le dije “despierta” que el milagro se dio porque entonces, ambos lo deseábamos y lo pedíamos juntos. Lo mismo sucedió con Débora quien despertó a la realidad de opresión del pueblo y despertó a Barak, su esposo, para que lucharan por liberarse de la esclavitud de sus enemigos. Imítala, despierta a lo que sucede en tu hogar, en tu matrimonio y con tus hijos, alerta a tu esposo y luchen juntos por vencer la opresión de lo que les afecta y les aleja del Señor.

Otro principio que Débora nos enseña es ser compañeras y apoyo. Barak despertó gracias a ella, pero no quiso ir solo y ella lo acompañó aunque no sabía de guerra, pero recibió la visión y no dudó en apoyar a su cónyuge. Mujer, cree con tu esposo. Yo creí con Rudy y hemos alcanzado a multitudes en Miami gracias al Señor. El hombre necesita esa compañera porque tiene la porra de sus amigos y líderes, pero no hay nada como el apoyo de la esposa. Cuando tú le dices que es un campeón, él se siente invencible. Ese es un gran regalo que las mujeres tenemos, somos capaces de levantar y edificar a nuestros hombres, así que enfrenta la batalla y lucha junto a ellos. Tu familia te necesita, no es obligatoria la perfección, se vale cometer errores, pero sobre todo, ellos necesitan que estés allí, que te olvides un poco de tus necesidades y sientan tu apoyo en todo momento. Debes estar lista siempre, igual a Débora que dijo “despierta” como si nos hablara a las madres que nunca dormimos lo suficiente para el nivel de nuestro cansancio, sin embargo, debemos levantarnos porque nuestra familia nos necesita.

La maternidad es un reto enorme, pero nuestro Padre nos ha dotado de la capacidad para ser guías, maestras y consejeras. Con toda propiedad, Rudy habla de la disciplina con la que debemos educar a nuestros hijos y creo que en cada familia hay un balance. En el caso de nuestra familia, yo pongo la paciencia y aprendemos juntos a lograr ese equilibrio necesario para los hijos. El Señor nos da sabiduría y lo hemos logrado. Recuerda que la educación de los hijos es una responsabilidad compartida, no sólo está en manos de la madre o el padre, cada uno de implementar su parte y hacer de ello un trabajo en equipo.

No hay nada tan gratificante como preparar hombres y mujeres de Dios para Su gloria.
Cada hijo es especial, es un llamado y un compromiso, porque son un regalo que recibimos, preparamos y devolvemos ya que es una bendición entregárselos de nuevo al Señor para que le sirvan y edifiquen donde quiera que vayan. ¡Podemos levantar una generación de guerreros para el Señor!

Toma tiempo reconocer que la maternidad va más allá de uno mismo. Debemos aprender a ver el propósito y comprometernos con esa tarea sagrada. Débora lo hizo, se vio como algo importante, tal como tú debes verte. Nadie más puede hacer tu trabajo en ese hogar que has edificado. Sin importar cuál sea tu condición particular, tienes un propósito como mujer y madre de una generación de personas consagradas a Dios. Dale gracias al Señor por la sabiduría que te ha dado y te dará de hoy en adelante para implementar Su Palabra en tu hogar, a pesar del cansancio y la frustración. Los hijos y los esposos deben escucharte una y otra vez para entender que son parte de un plan divino que juntos harán realidad.